viernes, 30 de septiembre de 2011

COSAS QUE PASAN

            A Juanito le han preparado una mochila con todo lo necesario para asistir a clase. A juzgar por el volumen y peso de ésta, el colegio debe estar situado en una cota de siete mil metros sobre el nivel del mar. Por lo menos.
Sus padres le han privatizado el colegio sin decirle ni pío. De momento, los niños y niñas del nuevo cole le son desconocidos. Respecto a los profes y seños, dependerá de ellos. Unos alcanzarán el rango de amigos y otros se empeñaran en mantenerse como perfectos desconocidos. Para colmo, se chupa todos los días en autobús un montón de kilómetros. Autocar escolar que de no ser por el conductor que les hace reír, parecería un transporte de maniquíes. Manolo, que así se llama el chófer, tiene una forma peculiar de anunciar cada parada: “Residencia de los señores de la barriada tal”. “Parada para los Duques de la barriada de cual”. “Complejo residencial de los Condes de la avenida de tal y cual”. Mientras bajan, les dice: Ánimo chaval, y aprovecha que no todos pueden subir a este vehículo. Cuando ve a otros niños cargados y andando, ya no sonríe, y en más de una ocasión le han oido murmurar algo que no se llega a entender totalmente, pero que termina diciendo: “vaya mierda”.
            Juanito, respecto a las instalaciones del nuevo colegio dice que son mucho mejores que las del año pasado. Pero insiste sobre el asunto del bus. Y es lógico, el viajecito le roba la única hora de juego que tenía el curso pasado para disfrutar con sus amigos. De todas formas, está convencido que pronto descubrirá lo maravilloso que es su nuevo cole. No en vano sus papás le cuentan, a todo el que se pone a tiro, la suerte que han tenido de pillar una plaza en este colegio que: “es caro pero merece la pena”. Y cree que el gasto por el que presumen sus padres se debe al consumo del gasoil.
          También ha oído que en este nuevo colegio le van a enseñar idiomas, a planificar sus tareas, a organizar el tiempo de estudio y varios deportes. Todo, a condición de que vaya perfectamente uniformado. Aunque todo eso ya lo tenía el año pasado, y además, le explicaban para qué le serviría. El uniforme era la equipación de su equipo favorito que se ponía para hacer deportes.
Juanito recuerda muy bien su antiguo colegio, pero nunca vió ese berenjenal en el que, según ciertos padres y maestros, por lo visto se metían algunos profesores. Sobretodo, aquellos que enseñaban de otra forma. Que sometían temas a debate y discusión. Aquellos de los que todos aprendían más, incluídos aquellos que con otros profes los demás niños se reían de ellos. Ahora, en este nuevo colegio, tiene un tutor que les reclama atención tocando el silbato, eso le molesta mucho, pero intuye que es mejor no decir nada.
            A pesar de todo, Juanito está casi convencido de que el nuevo colegio será algo especial. Al menos para sus padres. Éstos no paran de decir que tenían muchas ganas de que empezara el colegio, y cosas por el estilo. A él sólo le falta por asimilar los beneficios de acarrear tanto peso, y de estar tragando saliva desde que se levanta  hasta la hora de comerse un bollito con crema de cacao. Si al menos tuviera tiempo de tomar un vaso de leche por las mañanas, como en los anuncios, otro gallo cantaría.
            Seguro que la culpa es de la TV que termina muy tarde, y claro, sus padres y él tienen mucho sueño. Por lo demás, ya les digo, Juanito intuye que el cambio de colegio es algo bueno, sólo espera que algún día se lo expliquen. Quizá entre anuncio y anuncio. Quizá.

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