jueves, 26 de enero de 2017

ALGO SE MUERE EN EL ALMA…



         Algunos tenemos la suerte de trabajar entre amigos. Ya saben, eso de: Estimado compañero y, sin embargo, amigo. Ese es mi caso, aunque lo malo de todo esto es que cuando llega la hora de jubilación (como es en este caso, que es el mejor), se te va un amigo. Amiga en este caso.
         Nos conocimos un día de octubre del año 1992. Y según me confesó, había llorado porque yo llegaba a hacerme cargo del servicio. Alguien (conocida), le había contado que llegaba el lobo. Bueno, esto no merece la pena seguir con ello puesto que el tiempo, puso a todos en su lugar: A aquella, a nosotros y al lobo. Encontré en ella una aliada incondicional, al igual que en todos con los que en aquella mañana de octubre de hace muchos años, tuve el gran honor de formar equipo.
         Podría contar mil anécdotas que nos han ocurrido a lo largo de estos años, pero no es lo que quiero reflejar en estas líneas. Mari Carmen, o “La Rojas”, como así la llamamos sus amigos, es una persona peculiar. Como buena castellana no es un desecho de cachondeo, pero sí tiene mucha guasa. Es de este tipo de personas que hay que entender, igual que ella nos entiende a los demás. No esperes de ella, si no lo siente así, una aceptación de tus tesis. Ella tiene las suyas y de ahí no la baja nadie.
         Trabajadora incansable y, compañera y amiga de las de fiar. Habrá atendido en estos años que llevamos juntos, a miles de estudiantes que han pasado por las Facultades de Psicología y Ciencias de la Educación. Nunca tuvo una mala gestión con nadie. Lo ha pasado mal en algunos momentos pero supo reponerse a miedos infundados e intentos de amedrentamiento.
         Y ahora, después de tantos años; nos va a dejar. Se ha ganado a pulso una jubilación que piensa disfrutar a tope. Y a nosotros, al resto de mortales que tendremos que seguir currando algunos años más, nos priva de sus cosas. La echaremos de menos. Seguro. Y no sólo nosotros, los más cercanos a ella, también gente que ella ni se imagina que la aprecia. Pero es así, Mari Carmen Rojas, es durilla hasta para no ver lo que es evidente en muchos casos.
                  Ha sido un honor compartir contigo tantas horas de trabajo y de lucha por unas Facultades que hemos hecho nuestras, más allá de lo que deberíamos. Has recibido tu sueldo mes a mes, faltaría más, pero le has dado a esta Universidad mucho más de lo que ésta te ha dado a ti. Lamento no haber podido o sabido encauzar debidamente, como es mi responsabilidad, la demanda de espacio, las condiciones de trabajo, y ese frío que cada invierno has venido soportando, sobre todo en los pies, mientras otros han estado y siguen estando, confortablemente en sus servicios. Ahora nos lo vamos a repartir los que quedamos. Igual que nos repartimos el de Vicente y Maruja (te acuerdas cuando te dije un día: Mari Carmen y esta María Guerrero, que lleva unos días sin venir a trabajar quién es). No tenía ni idea de que Maruja, nuestra Maruja, era la persona que me faltaba. Ese día me enteré de que las Marujas, son las Marías. En fin, insisto: Te echaré de menos. Te echaremos de menos. No lo dudes.
Ya ves amiga. Se han cambiado las tornas. Cuando llegué lloraste, y ahora que te vas, parece que me va a tocar el turno a mí.

         Disfruta de tu tiempo.