lunes, 24 de abril de 2017

EL METRÓNOMO



         El desarrollo turístico de nuestra zona tiene una deuda pendiente con los músicos. En la década de los 60, 70, 80…,  no había un hotel, bar, club, etc., que no tuviese su orquesta. Sobre todo en verano. Los músicos en aquella época, además de eso, se convertían en una especie de relaciones públicas del establecimiento, y con esa actitud hacían la estancia de nuestros visitantes un poco más cálida. No en vano uno de los slogans de aquella época era: “Al turismo, una sonrisa”, que tenía cierta seriedad. El otro que recuerdo decía: “Papá ven en tren”, que teniendo en cuenta lo que había por nuestras vías, era una tontería.
A pesar de la gran oferta de locales de ocio existentes, el trabajo en el escenario nunca fue fácil. Se debía compaginar con otros tablados más efímeros: Ferias, bodas, verbenas, bailes de tele-club… Fuimos muchos los que empezamos a ganarnos unos duros haciendo aquello que nos apasionaba: Hacer música. Y así nos pegamos muchos años.
Entre tanto vinieron varias crisis y el consiguiente cierre de locales y reducciones de personal. Por supuesto la orquesta era lo primero que se quitaban de en medio. Aunque los músicos también tuvimos mucha responsabilidad en lo ocurrido. Empezaron a surgir los primeros acompañamientos automáticos de bajos y baterías (adiós a estos instrumentistas). No obstante, algunos vieron una oportunidad de deshacerse de compañeros de toda la vida con la excusa de asegurarse el currelo. Desde luego era más fácil trabajar uno o dos músicos, que cuatro o cinco, pero el fin nunca justifica los medios. Pero no es de este tema el que quería reflexionar; De las humedades hablamos otro día.
Las vacas flacas siempre pillan al personal fuera de juego. Nadie ve venir el desastre hasta que lo tiene encima. Así que los músicos hemos sufrido unas etapas de selección tremendas. No solo había que actualizar constantemente el repertorio, los instrumentos y el vestuario; también había que hacerlo con los ánimos y la formación. Todo en un contexto muy difícil y duro. Un bolo podría suponer 4 ó 5 horas de música real, pero a ello hay que añadirles el tiempo del transporte, el montaje de los instrumentos y sonido, el de actuación propiamente, el del desmontaje y el del viaje de vuelta. Así tenemos que, de esas pocas horas de trabajo ante el público, nos vamos fáciles a las 12 -14 horas/día. Por supuesto, cobrando un puñado de higos, una vez descontada la comisión y el transporte.
En estas circunstancias hemos realizado nuestro currículum muchos de nosotros. Y dentro de esta historia hubo quienes llegaron a darle tanto a la música, que se olvidaron de ellos. De tanto medir el tiempo musical, se olvidaron del suyo vital.
Recientemente hemos tenido que asistir a algunas situaciones muy desagradables. Gente que dio su vida por la música se ha marchado en condiciones muy precarias. Lástima.
Les decía que el desarrollo turístico de nuestra zona tiene una deuda pendiente con los músicos. Pero no la va a pagar. Nadie se acuerda ya de nosotros. Seguramente en sus terrazas y salones haya música anunciada como en directo. Pero nosotros sabemos que eso no es así. Ya casi no hay directo, si acaso una voz y poco más. A veces, ni eso. Increíble.
Si queremos dejar de ponernos las manos en la cabeza cada vez que una desgracia personal nos recuerde las tristes situaciones que a algunos músicos les toca vivir, tendremos que ser nosotros -los que por ahora quedamos-,  los que tengamos que mitigar el sufrimiento de esos compañeros que, a pesar de ser unos grandísimos músicos, no pudieron o supieron medir el tiempo.
No hablo de caridad, ni de limosna, sino de compañía, afecto, amistad, ayuda en la búsqueda de recursos, etc. En definitiva, de poner en funcionamiento aquello que, en su día, se intentó iniciar con el apoyo y trabajo de nuestros recordados Miguel Alberca y Didi.
Venga, pongámonos en marcha: tac, tac, tac, tac…


miércoles, 19 de abril de 2017

EL TRABAJO DE LAS PEÑAS Y OTROS COLECTIVOS SOCIALES



         Quizá se tenga la tentación de identificar a una peña, centro cultural, casa regional, etc., con un colectivo que vive exclusivamente para su interés. Nada más lejos.
         Tuve el enorme honor de conocer a este colectivo y trabajar -en la medida de mis posibilidades-, con ellos. Con esos hombres y mujeres que estaban y están empeñados en conseguir una sociedad mejor y más solidaria; donde las tradiciones puedan encontrar un lugar en el que seguir perdurando. Cruces de mayo, certámenes de copla, de malagueñas, de saetas, pregones de Andalucía, de Semana Santa, concurso de belenes, pastorales, coros, murgas para nuestro Carnaval… Todo sin olvidar a nuestros mayores, las comidas fraternales, las excursiones culturales, etc.
         Entrar en la sede de cualquiera de estos colectivos es sentirse en casa. El buen ambiente, la amistad, la charla sincera, son señas de esta gente que decide formar parte de un colectivo para hacer una Málaga más auténtica.
         Sin embargo, hay quien quiere utilizar este potencial para hacer una especie de carrera política. Gran error, la política es una cosa, muy digna, y la dirección de estos colectivos es otra, igualmente muy digna.
         En este último par de años hemos asistido a un lamentable espectáculo que, a ojos del colectivo de las peñas, casas culturales y centros regionales, ha dejado mucho que desear. Un cruce de denuncias -que a todas luces se conocían sin base justificativa de su veracidad-, ahora han tenido esa resolución final de un juzgado de la ciudad: De lo denunciado no hay nada.
         Tremendo. Una junta directiva de la federación de peñas, centros culturales y casas regionales de Málaga, que durante años entregó: su tiempo, su trabajo desinteresado y, en ocasiones, hasta su dinero, se vio involucrado, usando la figura de su presidente, su secretario y su tesorero, en un cruce de falacias que alguien, interesadamente, maquinó para beneficio propio. Las peñas, centros culturales y casas regionales de Málaga, no se merecían esto.
         He visto, y he sufrido con ese colectivo los efectos que esa jugarreta ha ocasionado en esas personas. El carácter jovial y de camaradería se volvió huraño e individualista. Afortunadamente, se pudo salir de esa espiral.
         Ahora esa Federación tiene, de nuevo, la oportunidad de renovar unos cargos que dirijan las actuaciones de un colectivo tan importante para Málaga y sus barrios. Deseo que sepan acertar en la persona adecuada para ello. Ésta tendrá que formar un equipo que esté libre de cualquier deseo de hacer otra carrera que no sea luchar por nuestras tradiciones y dignificar al colectivo. Es más, no creo que ninguna persona (y digo ninguna), que haya estado a la sombra de la artimaña de las denuncias a la anterior Junta Directiva (no nos engañemos, se personalizaba en su presidente, secretario y tesorero, pero se juzgaba algo más), deba estar en esta nueva etapa que se abre para nuestras peñas. Cuando se conoce de una injusticia, no se puede mirar para otro lado.
         Jesús Gonzáles, Tomás Carmona. Salvador España. José Dominguez, Miguelo, Paqui, Victoria, Chari, Mari Pepa, Juan Carlos, Antonio Villa, Esteban, Miguel Huertas…, sin olvidar a: Rafael Fuentes (padre), Keka y Manuel Melgar, se han ganado un lugar en el reconocimiento de todos los malagueños, por todo lo que nos han dado.
         Gracias por aquel trabajo tan digno que hicisteis.

No me resisto a terminar sin usar una frase de Edmund Burke; “Lo único que necesita el mal para triunfar en el mundo, es que los buenos no hagan nada”.