lunes, 26 de noviembre de 2012

LA NORIA NO ES UN GUETO


A estas alturas uno debería estar inmune a la lectura de titulares más o menos impactantes. Primero, porque últimamente casi todos son para anunciarnos algo que ya nos está jodiendo o nos va a joder en breve. Y segundo, porque luego, en el desarrollo de la noticia, resulta que no es para tanto y la sangre no llega al río. Pero cuando lees algo relativo a tu entorno más cercano; los sistemas de atención y alerta se activan a modo prioritario. Y esto mismo ha ocurrido hoy cuando he leído en un medio de comunicación que “Churriana alerta del gueto en el que se ha convertido el barrio de La Noria”. Porque no, no es cierto. Por supuesto que la barriada de La Noria, en su totalidad, necesita de mucha más atención municipal y de todo tipo; pero de ahí a que sea una zona marginal, va un trecho.
Hay que tener mucho cuidado cuando de calificar se trata. En política, como en la vida misma, no todo vale con tal de sacar alguna tajadilla o de tener un minuto de gloria. Las personas, hombres, mujeres, niños, niñas, abuelos, abuelas… que viven en La Noria (Churriana), no se merecen  que su entorno vital sea calificado de gueto. ¿Es un gueto una barriada cualquiera de Málaga, por el hecho de tener pintadas, estar falta de suciedad, tener el mobiliario urbano con destrozos, estar falto de papeleras o contenedores de basura? Si es así, Málaga entera lo es.
Insisto, en la barriada hay muchas cosas que solucionar por parte de los poderes público, pero La Noria, no es un suburbio en el que viven personas marginadas por la sociedad. Imagino la cara de sorpresa e indignación de los vecinos cuando hayan conocido lo que se dice de ella.
He tenido el enorme privilegio de ser concejal de nuestro Ayuntamiento de Málaga. Esto, unido al que supone ser hijo de churrianeros, de tener hijos que llevan prácticamente toda su vida en Churriana y de vivir en Churriana, me permitió trabajar por Málaga en general, y por Churriana en particular, desde la política activa y durante el período de tiempo que mi partido y mis compañeros de Churriana consideraron oportuno. Luego, según ellos, hubo que buscar un  recambio que trabajara más y mejor. Así que yo, con mi correspondiente patada en el culo, me volví a mi trabajo. Pero mientras pude, fueron muchas las propuestas, visitas y arreglo de citas de colectivos vecinales con otros organismos, que tuve oportunidad de hacer, con el objetivo de buscar mejoras para la zona, las viviendas y, por supuesto; para su gente.
He visitado viviendas, arroyos, aceras (incluso las que no existen, o en esas que si vas despistado por ellas te pegas con un poste de la luz), bares, pista deportiva, zona verde… Y nunca, nunca, encontré a gente marginada. Sí gente humilde y trabajadora. Gente reivindicadora. Gente preocupada por su futuro y el de sus hijos/as. Pero nunca vi a gente marginada.
La humildad y la reivindicación no son sinónimos de marginalidad. Por el contrario, las descalificaciones y buscar provecho político, o de otro tipo, de las necesidades de la buena gente, sí son propias de politiquillos del tres al cuarto. Ni que decir tiene que, no hacer ni caso de las necesidades ciudadanas y establecer zonas de la ciudad que serán más atendidas que otras -tal y como hace el gobierno municipal que tenemos desde hace muchos años en nuestra ciudad-, es cosa de políticos malos. Pero de solemnidad.
La Noria -concluyo-, es una barriada necesitada de servicios ciudadanos que la doten de seguridad y bienestar. Igualmente necesita de apoyos para que, según casos, las personas más jóvenes no estén abocadas a un futuro poco prometedor. Etc. Pero eso se consigue con el trabajo de su gente, el apoyo de los poderes públicos y el respeto de todos. El mío, desde luego, hace mucho tiempo que lo tienen.
Conozco a mucha gente de La Noria y, por mucho que se empeñe este Ayuntamiento en ignorarlos, ellos no van a permitir que sus hijos/as vivan en un gueto. Faltaría más.

jueves, 8 de noviembre de 2012

LAS ALBÓNDIGAS DEL IKEA


Pues mira por donde que andaba yo rondando los vocablos que debía de unir para decir algunas cosillas, cuando cae en mis manos un tema del que no hay que dejar pasar ni un minuto para analizar.
Pensaba -y pienso-, escribir algo sobre las palabras de Pepe Griñan. Sí, esas en la que dice que el problema del PSOE, no es de ideas; si no de personas (“de improntas o de la personalidad que tenga una u otra persona”). Quizá se refería a las personas que, dentro del partido, anulan a quien osa expresar que las cosas hay que hacerlas de otra forma. O de las que van por ahí prometiendo cositas a cambio de apoyos. O de las personas del partido que, sin dar un palo al agua, llevan toda la vida viviendo del muñido. O de la inmensa mayoría de personas afiliada al partido que está demandando un cambio radical para volver a presumir de honradez. Y, por supuesto, sobre eso de que “no debe ser el secretario general (refiriéndose a Rubalcaba y las primarias), sino un candidato más en competencia legal con todos los demás”. Tendrá que explicar en otro lugar, qué entiende él sobre eso de “competencia legal con todos los candidatos”. En Málaga, lo sabemos. Pero ya les digo, eso será para un próximo artículo. O no. Igual ya está dicho todo.
Igualmente, pensaba escribir sobre otras cuestiones que me llaman la atención. Como aquél cocinero que con su pulcro uniforme y subido a una bicicleta, adelantaba a todo un pelotón de ciclistas que, camino de Ardales, disfrutaban de una jornada cicloturista. Sin duda, el cocinero era el único que tenía que llegar a tiempo al control de su jefe de cocina. De eso dependía su trabajo y por eso llegó el primero. Vestido de cocinero, sí. Pero el primero del pelotón.
Pues eso. Les decía que andaba yo en estas vicisitudes literarias, cuando leo en el Facebook una noticia que me deja helado. Más o menos viene a decir que, en este país hay muchas, pero muchas, criaturas que se alimentan con las albóndigas y los perritos que cocinan en Ikea. Estas criaturas no van a los almacenes suecos a comprar muebles ni complementos. Van a quitarse el hambre en el que (unos más que otros), les hemos metido.
Joder, creo que es de las noticias más tristes que he leído últimamente. Resulta que por cuatro o cinco  euros  puede cenar una familia completa. Además puedes variar el menú: un día comes perrito o albóndigas; y al otro; albóndigas o perritos. El café, si tienes la tarjeta, gratis. Y los refrescos recargables. Dicen que hay quien rebusca en las papeleras del restaurante algún vaso vacío para servirse un refresco.
Y es que eso funciona así. En Ikea, si pagas por un refresco, tienes derecho a rellenar el vaso tantas veces como quieras. Sólo tienes que tener un vaso específico para ello. Mi mujer y yo hemos ido, claro que sí, a pasear o comprar a Ikea y, de paso, tomarnos una ración de oferta. Confieso que como tengo la tarjeta, y por tanto el café  gratis, he rellenado el vaso con refresco. Porque eso de tomarse un plato de albóndigas suecas con puré de patatas con un café… Como que no.
Pero ahora resulta que muchas criaturas no van al restaurante de  Ikea porque pasaban por allí. Van únicamente -familias enteras también-, a quitarse el hambre por un precio que no tiene competencia. Incluso se les ve dando paseos hasta las cinco de la tarde que es cuando empieza la oferta culinaria.
No tengo ni idea de por qué siempre me han caído bien los ciudadanos de Suecia. No creo que mis años por la costa del sol tengan nada que ver en mi buen concepto de ellos. Pero lo que sí les aseguro es que ahora me caen mucho mejor.
Desde luego, cuando tenga que comprar una cajonera o algún mueblecito necesario, juro que iré a Ikea. Todo, para que no dejen de cocinar albóndigas y perritos.
Al menos, mientras en este país sigamos teniendo esta inutilidad de gobernantes. Gracias Ikea.