martes, 4 de octubre de 2022

Excelentísimo e Ilustrísimo Sr. D. Paquito


Francisco Javier del Álamo y Gonzaga, a pesar de lo que su nombre te pueda hacer pensar, era un chico de lo más normal, y su familia también. No pertenecían a la aristocracia ni nada de eso. Sus padres -Sastra de confección de caballeros; ella y Peluquero de señoras; él-, tenían una vida cómoda. Nada de lujos, pero tampoco sufrían estrecheces; Por lo que se pudieron permitir enviar a su hijo a un buen colegio -concertado, eso sí-.

Francisco Javier, que era un chico espabilado y nada culpable de tener que acarrear un nombre tan pomposo, fue un buen (muy buen), estudiante. Y, claro, llegó a forjarse una vida y un trabajo muy sólido. Llegó a ser un alto cargo de una entidad pública.

Hasta aquí todo bien. Pero lo que fastidiaba a Francisco Javier, había ocurrido muchos años atrás. Concretamente cuando su tío (el capullo de su tío Venancio; como se decía para sus adentros), fue a visitarlo recién nacido y le dijeron que se llamaría, como se llama. Y éste (su tío, el capullo), dijo. ¡Bien, ya tenemos otro Paquito en la familia! Este es el momento en el que Francisco Javier, pasó a ser: Paquito. ¡Me cago en la puta! Mira que llamar al tío Venancio, con lo bien que estaba en Suiza vendiendo mantelerías y toallas portuguesas. Pues nada, tuvo que venir y bautizar al pobre Francisco Javier del Álamo y Gonzaga, como Paquito.

Así que se pueden imaginar las tensiones que sufría el alto cargo de la administración, cuando por la calle se cruzaba (rara vez, es cierto, ya que usaba el vehículo oficial), con alguien de su pueblo: Adiós Paquito… Paquito ¿Cómo están tus padres?... Paquito, ya no te vemos por las fiestas… De ahí que el coche oficial lo cogiera hasta para ir a mear. Pero, eso tampoco era definitivo: su chófer era Eduardo, Edu para sus amigos del pueblo... sí, el mismo que el de Paquito, y como había sacado la plaza de conductor en un proceso legal; no lo podría ni despedir. Así que Paquito y Edu, se cruzaban las miradas todos los días. Uno con sorna y el otro con un cabreo de mil pares de cojones. Pero las cosas son así Paquito. Es lo que hay.

Además, no solo te ocurre a ti. Esto nos pasa a muchos y muchas españoles y españolas que tenemos un nombre compuesto, un tío capullo, o ambas cosas. Y no hay decisiones salomónicas que te hagan pasar del nombre pomposo al diminutivo digno.

O al menos eso pensaba yo, hasta que hace unos días en una ciudad de Castilla y León, mientras tomaba una cerveza, en uno de sus cien mil bares abarrotados, no pude dejar de oír una historia que me pareció muy bonita.

Justo a mi lado, codo con codo prácticamente, había dos chicas y un chico que hablaban sobre sus asuntos. Ellas, por su acento, de la zona. Él por su acento, de otra zona más, mucho más, al Sur. Y además por su pregunta; algo olvidadizo, puesto que se disculpó diciendo que no se acordaba bien de sus nombres.

 Leni, dijo una; y yo que, a falta de otro entretenimiento, me dediqué a oírlos, pensé: Uy, si te llegan a añadir una N, al final; la liamos. Mary Deli; dijo la otra; y ahí fue cuando pensé que el chico no era olvidadizo; Es que los nombres eran raros de cojones. Pero justo ahí empezó lo interesante de la historia (reconozco que moví mi silla y faltó poco para pedirles permiso para sentarme a su mesa). Mary Deli, dijo que en realidad se llamaba María Fidela. Y la historia es la siguiente: La madrina quería que ésta se llamara únicamente María (precioso nombre, que no necesita explicación ni justificación), pero la abuela, que por lo visto era una señora de armas tomar, dijo que de eso nanai, la niña se tenía que llamar Fidela (también un precioso nombre que merece se conozca su significado y su origen). Y la madrina que no, y la abuela que sí; y vuelta a empezar con los nombres. Hasta que el padre de la criatura tomó cartas en el asunto y sentenció que su hija se llamaría: María Fidela, y de ahí a Mary Deli, solo había que dar un paso inteligente. Genial. Ni Salomón, lo habría mejorado. Lo malo, al igual que en ocasiones le ocurría a Paquito, es que en los listados oficiales no aparecía ninguna Mary Deli, y sí una tal María Fidela que nadie conocía.

Por supuesto que me interesé del significado del nombre de Fidela: Digna de confianza. De origen Latino.  Pero la historia me resultó muy bonita y contada por la propia Fidela, me pareció un lujo haberla podido oír. También hubo una parte triste sobre una llamada telefónica que nunca pudo recibir -por la confusión de nombre-, pero en ese momento la música sonó algo más fuerte y no pude oír bien de qué se trataba. Pero sí pude ver la cara al contarla y había algo de tristeza en sus ojos al recordar aquello que quizá pudo dar un giro a su vida, pero de la que nunca se supo nada más. Cosas de la vida.

Sí, había otra chica ¿recuerdan? Leni (que me daba la espalda). Pues resulta que se llamaba realmente Magdalena. Pero que la llamaran Leni, tenía menos intríngulis. Ya saben: Magdalena, Maleni… Leni. Fin del proceso y todos y todas contentos.

Así que con esas historias oídas en una noche Castellana-Leonesa, me dispuse a abandonar el local, no sin antes enterarme, de voz de la propia Leni (que ahora sí le veía la cara), una historia sobre un primo que se enfadaba (o algo así), porque lo llamaran Paquito. Y ella decía; pues hijo ¿qué quieres?, tú eres Paquito, de siempre. Ea.

Y yo me preguntó: ¿Sería este Paquito, nuestro Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Don Francisco de Azuaga y Gonzaga? ¿Y si e lugar de un alto cargo, hubiese sido un magnífico y famoso futbolista? ¿No estaría orgulloso de llevar en su camiseta de la selección española, el nombre de: Paquito A. a su espalda? Pues eso, que como te llamen no define lo que eres.

Así que ya saben, no se enfaden por que sus familiares, amigos, compañeros… les llamen de una forma distinta a la que figura en su partida de nacimiento. Seguro que, si indagan, se encontrarán con que le llaman así por: comodidad, cariño, practicidad… O, en el peor de los casos; con que tienen a un tío Venancio en la familia.

Se los dice uno que podría firmar este artículo como: Luis Francisco; Luis; Nene; Tanti o Luis Francis.

Saludos.

 

Luis Navajas.