martes, 13 de noviembre de 2018

Y QUE CUMPLAS MUCHOS MÁS




Muchas felicidades. Un beso. O un abrazo. O nada. Simplemente una felicitación escueta por mantenerte, aún, en este mundo. Que sean muchos más y yo que los vea.
Pero no, a veces se confunde la velocidad con la pringue, y es ahí dónde facilitamos demasiados datos de lo que somos. De quienes somos.
Verán, voy a intentar resumir toda esta palabrería anterior: Si conoces la fecha de nacimiento de un familiar, allegado, amigo o conocido; lo lógico es felicitarle ese día u otro que esté dentro de lo olvidadizamente admisible. Primero, porque es de buena gente hacerlo, y segundo porque le alegrarás un poco más ese día con tu dedicatoria.
Hoy, con las redes sociales, es difícil hacerse el loco con algunos de tus amigos o “amigos”. Si no los felicitas es porque no te da la gana, y en tal caso haces muy bien, es tu opción. Lo que difícilmente es justificable es que no lo hagas con quien mantienes o has mantenido una amistad o relación más o menos intensa. ¿Qué puede ocurrir para que no te apetezca felicitar a alguien a quien quieres o aprecias?  Nadie pasa del amor al odio, ni del negro al blanco, de la noche a la mañana. Es cierto que las cosas se van enfriando, pero… dale tiempo al tiempo. Quizá lo ocurrido entre vosotros, tenga muchos matices que, con este distanciamiento van aflorando, aclarando y desdramatizando, aquella controversia.
Venga, no te olvides de felicitar a quien está, o ha estado cerca tuya.  No ya porque, como dije al principio, eso dice mucho (o muy poco), de ti. Si no porque ahí, en ese preciso día y con tu mirar hacia otro lado, revelarás que todas aquellas palabras bonitas, buenos momentos, complicidades, etcétera, solo era una gran mentira que no soportó -con lo grandecitos que ya somos-, las piedras del camino.
En fin, haz lo que te dé la gana, que lo harás, pero yo sí voy a felicitarte, hoy, mañana y todos los días que, mientras dure la memoria (la mía y la del Facebook), tenga constancia de ellos, para recordar juntos que un día como hoy, viniste al mundo para - quién lo iba a decir-, darnos la oportunidad de compartir unos momentos.
Feliz cumpleaños. Un beso, o un abrazo, como prefieras.

lunes, 9 de julio de 2018

FRANCIS NAVAJAS, VAMOOOOOOSSSSS



 
A veces. Muchas veces, la vida te dice: “Oye, que yo estoy aquí y tú no controlas nada, por mucho que te creas el rey del mambo”. A veces. Muchas veces, la vida te despierta dándote una torta que te deja los dedos señalados en la mejilla. A veces. Muchas veces, tiene uno que ponerse a escribir sobre estas bofetadas.
Francis Navajas, mi primo, nos ha dejado. Muy joven. Hace pocas horas ha sido expulsado del equipo por una quinta personal que no había cometido, pero que la vida se la ha endosado a él. La vida, como los árbitros malos, se la pitó al jugador más luchador y leal. Lamentablemente, no tendrán noticias de ello por notas en los medios deportivos. Pero se nos ha ido un referente en el baloncesto malagueño. Mi primo Francis y su hermano, Antonio; sin duda han sido unos pilares en el baloncesto base. Fomentaron equipos en Churriana y fueron seguidores del baloncesto malagueño en todas sus denominaciones y categoría. De hecho, mi hijo Álex, jugó en Unicaja por el empeño de ellos, que muy insistentemente, me dijeron que lo llevase para una prueba.
No se pueden imaginar de la forma en que vivía Francis su pasión por el baloncesto. Lo he visto en el antiguo pabellón de Ciudad Jardín, solo y con un bombo, animando al Caja de Ronda. Y digo solo y en una esquina, le daba igual que no hubiese un grupo animador, para eso estaba él. Seguro que conocen a la charanga Los Mihitas –la que anima al actual Unicaja-, pues Francis fue de los fundadores. Ahí ha estado siempre animando a todo lo que fuese baloncesto.
Y seguirá haciéndolo desde donde le corresponda (que será un lugar muy alto y privilegiado, seguro). Además, nos deja la cantera bien asegurada con sus hijos que son unos magníficos jugadores de baloncesto. En el equipo de El Palo, saben de lo que hablo.
Su familia y sus amigos, echaremos de menos ese carácter bonachón de Francis. Y mucha gente que no lo conocía en persona, también echaran en falta esos comentarios tan particulares que siempre hacía por el Faceboock. Un “Vamooooossssss”, que semana a semana recorría, a través de las redes, muchos países. Porque él, siempre estaba animando y con esa frase lo decía todo.
Ahora ha cambiado de cancha de juego, y como conocía a tanta gente del baloncesto, ya estará organizando un equipo y su correspondiente charanga (porque Francis también era músico), en algún lugar de esos a los que va la gente buena cuando nos deja.
Nosotros, por ahora, nos quedamos aquí y trataremos de seguir animando al que tiene éxito, al que no, al que tiene un bache, al que está en su mejor momento… y lo haremos de la forma que él lo hacía; usando su fórmula.
Un beso primo y gracias por todos tus ánimos sinceros y repartidos con bondad. Ahora estás jugando una nueva partida, así que, vamoooooooosssssssss.

jueves, 7 de junio de 2018

ENTRADA, ENTRANCE




               Últimamente le estamos dando la vara al mocerío por usar palabras importadas en sus relaciones diarias. Enmendándoles la plana. Pregonando que no se dice fake news, sino noticias falsas. Que no usen: check-in, ni check-out, que hay que decir registro-facturación de entrada o salida. Que un followers, no es nada, un seguidor, sí. Etc. Y así hasta el moño tienen que estar de nosotros nuestra juventud.
               Pero que estén hartos tampoco significa que los carcas no tengan razón. El castellano es una lengua muy rica y tiene palabras para todo; no hay que emplear anglicismos, ni leche frita. Aquí las cosas como siempre han sido; o como dice Kike San Francisco en uno de sus monólogos -que argumenta que el tenis es un deporte de pijos con tanto nombre inglés-, que si match ball, o match poin, que si out, que si Masters... Igualito que en el fútbol, que las cosas se llaman como debe ser: corner, off side (orsay, decíamos los chiquillos), penalty…
               Llevamos una pila de años usando palabras que no tenemos ni puta idea de que no son de nuestro idioma, y criticamos a estas generaciones por hacer lo que nosotros ya hacemos. Esto nos hace diferentes, aunque seguramente no sea diferencia; quizá ignorancia e intolerancia. Y luego, pasa lo que pasa cuando vamos de viaje más arriba de los Pirineos: Nos jiñamos por la pata abajo cuando tenemos que leer las indicaciones o pedir el papeo en un bar. Lo del platé de patatés frités, nunca funcionó.
               Si en lugar de ser tan criticones nos preocupáramos de conocer el origen y significado de esas palabras que se adoptan (lo ideal también sería hacerlo con las nuestras de raíz latina, como viene defendiendo desde hace muchos años, mi amigo D. José. Catedrático de Latín y un coñazo cuando te habla de estas cosas, pero con más razón que un Santo), andaríamos más tranquilos por esos mundos de dios. Nos moveríamos con más soltura que lo hacía Alfredo Landa, cuando llegó a Alemania.
               En lugar de reprocharles esta moda, preguntémosle qué significa y aprendamos algo de camino.
               Si no, nos puede ocurrir lo que a aquellos dos amigos que, en su día, se fueron a ver la Expo-92. Una vez que compraron las entradas y se disponían a pasar al recinto de La Cartuja, uno de ellos contorsionó su cuerpo, puso los ojos en blanco, la boca doblada, mirada perdida… Y el otro le dijo: Pepe, pero ¿qué haces?  y éste le contestó: ¿Joé, no pone ahí entrada, entrace?
              

martes, 8 de mayo de 2018

CAMPEONES



 
               Sí, les voy a contar algo de la película que comparte título con este artículo. O historia. O lo que sea que salga al final. Evidentemente, no les voy a desvelar la peli. Eso ya no se hace. En mi época de mozo sí se hacía, y así te ahorrabas unas pelillas que casi nunca tenías. Los chaveas de la época nos contábamos las pelis con tal precisión, que no tenías que ir a verlas, y si por casualidad te gastabas unas perrillas en el cine para visionarla, era como verla dos veces.
                Recuerdo perfectamente el día que me contaron “La noche de los muertos vivientes”, pasé un miedo que aún me dura; y eso que no la he visto nunca. Pero eso ya no ocurre así, por muchas razones; entre ellas que el cine es caro y hemos perdido la costumbre de contarlas. Y si alguna vez haces un atisbo de contar algo sobre ella; te dicen: No, no me la cuentes que voy a ir a verla. Y luego no van. En fin.
               Ya he desvelado algunas veces que también me crie en los vestíbulos de los cines (Duque, en el Molinillo; Capitol, en calle Mármoles; el Plus Ultra, en el llano de la Trinidad; y el Tívoli, que era solo de verano, por la zona de la Cruz del Humilladero). Así que imaginen la cantidad de películas que he visto en mis años de niñez.
               Las películas, como todo arte, siempre te dicen algo. Algunas, hasta que has perdido el tiempo viéndolas. Pero sea como fuere, cuando has terminado de ver una, no eres la misma persona. Una escena, una frase, una cara, un decorado, una música… te puede llamar la atención en un momento determinado, y pasa a formar parte de ti.
               Como me diría un amigo: Hacer crítica de cine tampoco es lo tuyo. Y no la hago, simplemente me gusta contar cosas y la que ayer me ocurrió la quiero compartir con ustedes.
               De la cantidad de cine que he visto, y sin contar aquellas que no han merecido la pena ver, ha habido muchas que me han gustado. Otras que me han gustado mucho, y pocas, muy pocas que me han marcado como persona. No se trata de hacer ahora una relación de éstas últimas, pero sí quiero mencionar a cuatro de ellas: Bienvenido Míster Marshall; La Vaquilla; Los Lunes al Sol y Campeones.
               Y de ésta última es la que quiero hablar. Lo primero que les recomiendo es que no se la pierdan. No renuncien a salir del cine siendo mejor persona. No declinen esa invitación que este arte nos ofrece muy de vez en cuando. Pasarán un buen (y mal), rato si logran liberarse de los prejuicios que puedan tener. Vean a esos actores. A esas personas de carne y hueso, y métanse en su papel. Lo agradecerán. Sin duda, van a salir cambiados en muchos aspectos de sus vidas. Sabrán lo que vale, el esfuerzo, la amistad, las ilusiones…
               Véanse cara a cara con sus fantasmas, con lo que usted considera un fracaso, con los mensajes que esta sociedad te empuja a conseguir con la falsa promesa de que, si no lo consiguen, serán infelices, con su concepto de persona que no tiene ninguna discapacidad.
               Les aseguro que se plantearán muchas cosas cuando salga de la sala. Disfruten con unos decorados, unos extras, unos actores, unos diálogos… En definitiva con unas situaciones que reconocerá al instante; porque forman parte de lo que usted es. Si no vive usted en Marte, o en los mundos de Yupi, todo le resultará familiar en esa película. Divertida y dura a partes iguales. Además, es una obra que te permite reírte (y llorar), sin cargo de conciencia. Porque, al final descubrirá que, se ríe y llora, no por esos actores; por esas personas. Llorará y se reirá de usted mismo.
               No se puede salir con el corazón entero cuando ves que alguien especial -a través de la pantalla-, te mira a la cara dice: “Entiendo que no te guste tener un hijo como yo; pero a mí sí me gustaría tener un padre como tú”.
               Háganse un favor; vayan a verla. Por su bien.