viernes, 7 de octubre de 2016

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Mi viejo amigo Tamayo nos ha dejado. Afortunadamente hacía pocos meses que fui a visitarlo. Tamayo fue marinero toda su vida. Era mayor que yo y además estaba muy quemado por la vida tan dura que llevó. Aun así, no había quien lo doblara bebiendo. Ron, wiski, ginebra, vino, aguarrás… daba igual, te sacaba cuatro copas antes que encendieras tu segundo cigarrillo.
 Pasamos un par de horas charlando de lo de siempre. Me volvió a contar el castañeo de dientes que a diario tenía cuando se tuvo que  embarcar y recaló en un pesquero por el mar del norte. Por el frio y por el miedo. Ni mili, ni poyas; ahí me hice un hombre de verdad. Me decía. También tocó el tema de casualidades y el destino, una temática que últimamente introducía. Le obsesionaba ese tipo de cosas. Gente que se volvía a encontrar en los lugares más lejanos e insospechados. Relojes que vendió y volvió a comprar en otra parte del mundo... Pero, cómo no, me habló de su mujer y de lo felices que siempre fueron. Yo le hablé de mis proyectos, pero mostró el mismo interés que la mosca que nos acompañó aquella tarde. Cuando le dije que me marchaba, me retuvo; quería enseñarme algo. Sin duda, importante. No era muy sociable.
De la parte baja del mueble del salón sacó una botella. Ésta además de microorganismos pegados, tenía un papel y un tapón de corcho dentro. La había encontrado hacía un par de años. Poco después de que su mujer nos dejara.
Un tanto excitado por la situación, extraje el papel de la botella y, con cuidado, fui desdoblándolo. Me encontré con una carta redactada a mano y, sin duda, con una pluma estilográfica. Con trazos largos y ondulados. Me recordaba la escritura árabe. Comencé a leer:

 Bergen. Noruega. 
 Septiembre de 1975. 

Amada mía hace un par de días que atracamos en el puerto de Bergen, en Noruega.. Después de cinco meses en alta mar, no sabes lo bien que uno se siente al poder pisar suelo firme.
Tenemos noticias de que por allí hay prevista otras ejecuciones. Dios quiera que estas sean las últimas que firme ese dictador asesino. No sabes la tristeza que me produce. Si supieras cuánto de atrasado estamos. Si algo de bueno me ha traído este exilio político, ha sido conocer países en los que se vive en libertad. Países que progresan. Ojalá pronto nos llegue esa libertad.
Chiquitilla -siempre me gustó llamarte así-. Recuerdo el primer día que te vi, tu primera sonrisa, tus pasos lentos cuando caminamos juntos por primera vez. Desde aquel día, créeme, no ha pasado uno sin pensar en ti.
Con el tiempo empecé a conocerte. O mejor dicho; a reconocerte. Sabes que siempre tuve la impresión de que, en algún lugar o momento, cruzamos nuestras miradas de niños y un pensamiento: me gusta. Eso aún nos queda por descubrirlo.
Aprendí tanto de ti. Eres tan transparente, sincera, soñadora… No te imaginas lo bien que me siento cuando te abrazo. Abrazarte, tú haces que esa palabra adquiera todo su sentido Ya, ya sé que estás pensando que también tienes tu agua levante. Y es verdad. Quién no.
Chatilla -también me gusta llamarte así-, tu forma de querer no pertenece a esta época. Es puro romanticismo lo que tus poros derrochan. Si alguien puede decir que ha tocado el amor, ese soy yo. Tú me lo das de una forma tan intensa y real que se vuelve material. Eso solo lo pueden hacer muy pocas personas en este mundo. Tú eres una de ellas. No te quepa duda. ¿Sabes una cosa que me admira de ti? Nunca vi una mueca de desagrado en tu cara. Te he visto seria, enfadada, incluso dolida, triste... Pero nunca has hecho una muestra de desagrado, de desprecio, de ignorancia...Yo no soy así, ya me gustaría, pero prometo mejorar. Tengo tanto que mejorar.
Aquí son las 6,00 de la mañana. Imagino que dentro de poco te levantarás y, como todos los días pensarás en mí. Dónde estará mi chatillo, te dirás. Te asearas y saldrás en silencio hacia tu trabajo. Seguro que enciendes un cigarrillo y bajarás esa cuesta a paso lento, sorteando lugares que antes no te llamaban y ahora, cada día, exigen su pago. Y, quizá, alguna sonrisa viéndote en otros momentos allí. Conmigo. Imaginando que a la vuelta de la esquina estaré para darte los buenos días, besarte fugazmente y rozar tu mano. Llegaré. Cualquier mañana me verás allí, y será para llevarte conmigo. Y, juntos recorreremos ese camino.
No solo eres la mujer de mi vida. Eres la mujer. Así, sin más. La que cualquier hombre desea tener a su lado. La amante, amiga, confidente. No sé si alguna vez te lo dije. Pero ha sido un privilegio que me ha dado la vida al conocerte. Ya sé que una sonrisa lo cura todo. Que una mirada de amor, lo suaviza todo. Que un beso, nunca se volverá un acto mecánico. Que un problema; siempre tiene solución. Que amar, no es querer; es algo más.
En fin, esta carta tampoco la podré echar al correo. Sigo siendo un perseguido y no puedo delatarme. Como otras, la volveré a meter un una botella y la echaré a la mar. Recorrerá muchas millas y seguro que alguien la encontrará. Que la lea. Que sepa que hay gente como tú. Pero, sobre todo que sepa, que yo no me quedaré lo que me queda de vida embarcado y huyendo de nada. Que volveré (quizá ya he vuelto), por ti. 
Con todo mi amor.

            Miré a mi amigo y le pregunté que qué tenía pensado hacer con ella. Volver a tirarla a la mar, me dijo. Dicho esto, dio media vuelta y se sentó en su sillón preferido mirando a una foto en la que se le veía en plena faena un día de temporal fuerte, y que le había dedicado a su mujer.
Tamayo ha dejado de estar entre nosotros. Lástima. He recordado esta conversación, porque recientemente he vuelto a su casa. Sus hijos nos han citado allí a algunos viejos amigos para cumplir un deseo de su padre: Brindar por él y por la República. Les he preguntado si sabían algo de la botella que me enseñó. Ni idea, me dijeron. Pero Jacinto, otro viejo amigo común y que aún tiene fuerzas para salir a navegar con su cascarón, dice que hace un mes le pidió salir a la mar, y tiró una botella, pero no dijo nada. Ni él preguntó.
Me he acercado a la foto que le gustaba mirar. Con todo mi amor, se podía leer escrito en una esquina de la foto. Una letra con trazos largos y ondulados hechos con pluma estilográfica, y que me recordó la escritura árabe. Y una fecha: Mar del Norte. Noruega. 1975. Y recordé que me dijo que tenía pensado volver a tirarla a la mar. Volver…

Las casualidades Tamayo. Las casualidades.

martes, 4 de octubre de 2016

EL BOLIGRAFO DE DIOS O EL ESCARNIO A LOS MÚSICOS



Esto que van a leer, como diría el añorado Paco Gandía: es totalmente verídico.
Ya les dije en mi último artículo (http://lnavajas.blogspot.com.es/2016/09/a-la-basura.html), que había iniciado un proceso de limpieza. De todo. Así que, como es de esperar, van saliendo cosas de variado pelaje. Normal.
Pues en ello andaba cuando me aparece un recorte del Diario El Mundo fechado en 12 de julio de 1993. En ese trozo de papel amarillento, aparece un artículo firmado D. Pedro de Tena, titulado: Los 40 (poco) principales. Y lo introduce así: Los participantes de este festival sólo aspiran a ser teloneros.
Se refiere a una edición de la final del Festival de la Canción de Andalucía 93, que se celebró en Constantita (Sevilla). Y, como no tiene desperdicio, la reproduzco literalmente:
No buscan la gloria, sólo ser antesala de la gloria; no buscan ser cabecera de cartel sino simplemente teloneros de las primeras figuras. En el Festival de la Canción Española de Constantina nadie cree ya en milagros o sueños.
Macarena era ella, con su traje de volantes negros como la grima de la Pantoja y su divina pechera, excesiva, salvaje, a duras penas contenida por el corsé de la virtud. La noche era de libro y la luna creciente, mordiendo la penumbra de la Sierra Norte donde Constantina, una antigua ciudad con aires imperiales, cobijaba el Festival de la Canción de Andalucía 93.
Y Macarena, que no nació en Sevilla sino en  Málaga, sola en el escenario, se llenó de micrófono y de público, mientras surcaba el play-back con sus trinos de virgen en busca de torero. Era estrella invitada, libre ya de los nervios del concurso. Iba a cantar “para ser graciosa en la vida”, cuando henchida de emoción desafió a un público rendido y gritó “Música, maestro”. Desconcertado el dedo subalterno hizo clic en la máquina y la orquesta electrónica derramó la canción sobre la madrugada.
Constantina es un hermoso pueblo. Para llegar a él, hay que ser tan héroe como Indurain o ser burro. De los casi cien kilómetros que le separan de Sevilla, la gran mayoría son una horrible y sádica tortura diseñada por el Presidente de la Diputación (socialista) para castigar en el hígado electoral de Juan Antonio Rivera Menéndez, su alcalde (andalucista). La gente no se mata porque Dios existe.
En la calle Mesones, bajo las hojas de una platanera de madroño, una pancarta de antes de la guerra, anunciaba el Festival, un empeño de hace 17 años que continúa sin un duro y con más moral que el alcoyano, Andrés García Maldonado, un malagueño que se ha tomado a pecho la promoción de la cultura y el folklore andaluz. La Junta da un trofeo. La Diputación de Sevilla, disgustos y un millón y pico el Ayuntamiento de Constantina.
Sobre las serpientes de plástico por donde chillaban los kilovatios, tenían que competir diez grupos y cantantes que al final fueron nueve, porque un grupo no pudo o no quiso o no llegó. El nombre del conjunto, “Fallos Técnicos”, libera a los cronistas de más explicación.
En una megafonía que parecía dispuesta por los enemigos, Maribel, rubia y presentadora, que pasó un frío de morirse, jugaba al chico-chica con Rafael Acejo, locutor asimismo, mientras la calle, larga y escarpada, se llenaba de ardorosos constantinenses. Había de todo: manada de solteras, hordas de jóvenes, gallinero de hombres adosados a los bares y rebelión de niños.
El lío era explicar el sufragio universal que iba a decidir el ganador. Se daban papelitos con los nombres de los participantes y había que romperlos, sí rajarlos, pero, ojo, no del todo, por el lugar exacto en que estaba indicado el artista decidido. Y luego, a una urna de verdad, con su ranura y demás avíos.
Y comenzaron las actuaciones: La Senda de Oz era un grupo de Málaga. “Lo que queremos es que alguien se fije en nosotros y nos meta de teloneros en verano”, decía el del whisky en la mano. Alfonso del Valle, ya talludito y con 34 tacos, cara de Franco Battiato de provincias y poca suerte, mesó sus canas cuando un familiar suyo le dijo que “el sonido, fatal”. Afectuoso, estuvo.
De Loja eran los Laborde. Na, na, na, na, rockeaban. “Viento del Sur, llévame contigo al lugar en que nací…” Pero la gente no quería ser coro y se rebeló contra los ruegos de palmas. Rafael Ocaña era como José Luis Perales, clase media en su niki del sábado, adobado con el ron de Pablo Milanés.
Ellas y ellos eran Cañaveral, un toque de folk-song, melódico y amable. Cantaron Ella, la historia de una esposa que estaba hasta el gorro de la oficina del marido. Se abrazaron al bajar del tablado porque les salió bien. Y luego, Luis Navajas, que podría confundirse con Antonio Gutiérrez, el de comisiones, si no fuera por su guitarra eléctrica y sus Mil Miradas, mostró que tiene tablas y dunas de verano en su guitarra eléctrica. El jurado auxiliar sufría los ataques de los enfurecidos decibelios mientras Antonio José Prieto hablaba de amores clandestinos un tanto paleopitecos y La Troyca, más bien Doyka, reventaba al Ruiseñor, un machista que “llamaba la atención porque a las mujeres robaba el corazón”. Dublin, de Madrid, era el grupo que cerraba la noche aspecto existencialista y unos play-backs chivatos que cantaron de más.
Como, según parece el Sr. De Tena no quedó satisfecho, apostilló en un pie de foto de Macarena, lo siguiente:      ¿QUÉ ES ESO DE SER GANADOR? La televisión local subía los monitores y la democracia imponía su veredicto. 150.000 pelas al ganador y 20.000 a los demás. Alguno -como Macarena, en la imagen- tal vez un día habite los “40 principales”. Mientras tanto, sólo les alimenta la pasión  por la música. Carlos Alba, el humorista, desollaba los chistes con pericia. ¿El ganador? ¿Quién sabe de eso en este laberinto de perdedores?
Hasta aquí la crónica del evento. Uf, no tiene desperdicio eh? No recuerdo como cayó en mis manos la noticia, y pasado el asombro que me produjo, decidí enviar una carta al Director de El Mundo (que no se publicó), en los siguientes términos:
Sr. Director del diario El Mundo, adjunto le remito carta con el ruego de su publicación, amparándome en el derecho de réplica, ya que soy citado directamente en  una información aparecida en su diario el pasado lunes 12 de julio y firmada por el Sr. Pedro de Tena. Atentamente.
Y la réplica la titulé: LOS 41 (poco) PRINCIPALES.
Sr. Pedro de Tena, en primer lugar permítame que le dé las gracias por la crítica o intento de ella, que hace sobre la Final de la Canción de Andalucía, que aunque no comparto en muchos aspectos, es algo más que simples notas pequeñitas en el último rincón de cualquier periódico, al menos vd., con más o menos fortuna hace algo diferente. Hasta aquí mi agradecimiento.
Pero, Sr. Pedro de Tena, permítame que le explique el significado del título de mi carta. Porque si nosotros (los participantes), somos los 40 (poco) principales, usted se ha convertido en el 41, ya que solo aspira a ser aprendiz de poeta o articulista de segunda fila. Incapaz de liberarse del mosqueo que supongo le ocasionó el que le enviaran a Constantina (no sé si llegó como héroe o como burro, que dice usted que son las únicas formas de llegar a Constantina), y se ha dedicado a dar caña a todo lo que se movía en el escenario. Quizá en este apartado tendría que callarme, puesto que soy prácticamente el único que sale bien parado de su escarnio; el hecho de que me compare con el Sr. Gutiérrez (sí, el de Comisiones), me indica que no tuvo motivos musicales para hacer una crítica en su línea, y ya se sabe, a falta de pan… Sepa usted Sr. De Tena que yo no recorro más de 300 km, para llegar a ningún festival como perdedor anticipado, y, ni mucho menos mi sueño es llegar a ser telonero de nadie, ni nada. Mire, mi objetivo es dar a conocer mis composiciones y en estas sigo. Como supongo que durante el Festival estaba usted tan atareado pensando en con quien debería comparar a cada participante, no prestaría la atención a aquello para lo que fue usted enviado allí; la música, las composiciones. Le recordaré un pasaje de la letra de mi canción: “Y si no volvemos a vernos, un secreto te contaré, nunca mires con desprecio, ellos no lo saben hacer”. Atentamente.
Bueno, hasta aquí un trozo de historia. Un ejemplo de que en la música, como en cualquier actividad de esta vida, hay que saber levantarse tras un obstáculo.
            Del Sr. De Tena, no tengo nada que decir. Sigo sin conocerlo y tampoco sé a quién se parece. Ni si es un burro o un ciclista.  Él sabrá por qué decidió escribir una crónica de esa forma. Unos fuimos juzgados por algo para lo que no fuimos a un festival (no era un concurso de dobles, ni de canción española), y otros lo serán por lo que escribieron (incluida la pormenorizada descripción de la pechera de Macarena).

            Que le aproveche D. Pedro.

jueves, 22 de septiembre de 2016

A LA BASURA



Hoy he tomado una decisión: cuando llegue a mi casa voy a empezar a tirar cosas. Ya saben: papeles, cachivaches,  bolígrafos sin tinta, facturas de hace un montón de años, ropa sin usar y usada, zapatos viejos, calcetines desparejados, partituras, letras, cables, herramientas… Y es que ya está bien. He acumulado tanto material que estoy a un paso de ser diagnosticado como síndrome de Diógenes.
Pero no las tiraré porque voy a hacer limpieza. Que va. Cuando se está de fregado se tiran otras cosas. Esto más que una limpieza va a ser un expurgo. Un exterminio en toda regla. Porque díganme,  para qué coño quiero todo eso si cuando me hacen falta nos las encuentro. Los papeles que en un momento dado necesito consultar, no aparecen. Esa herramienta que justo ahora preciso, ni idea de dónde la puse. La ropa. Qué les voy a contar de la ropa que no sepan sus armarios. Por qué nos empeñamos en guardar algo que hace años compramos y no usamos. O, por qué no tiramos ya esas camisetas que lo están pidiendo a gritos. Total, me he vuelto majara y voy a tirarlo to. Prometido.
Y, aprovechando la locura transitoria, igual voy a hacer con mis miedos, prejuicios, angustias, inquietudes, malos recuerdos, fracasos… A la mierda todo. No sé cuánto tardaré en  este fregado, pero bueno, le echaremos paciencia. No voy a renegar de nada de lo que me deshaga. Total, todas esas vivencias me hicieron ser lo que soy. En lo que me he convertido. Sea lo que sea. Pero ya han cumplido su misión y es hora de vaciar la mochila. Ya resulta muy pesada para andar tirando de ella. Siempre me gustó la filosofía de esos indígenas que viviendo sobre chozas flotantes, dicen no poder meter muchas cosas en sus casas, porque, de lo contrario, se hundirían con ella. Así que, consciente de que toda esa carga me podría llevar al fondo; me libero de ella. Borrón y cuenta nueva. Gracias por los servicios prestados.
Lo malo en toda esta historia es que, de paso, mucho me temo que, irremediablemente, se van a colar en la caja de los desechos algunas ilusiones, sueños, expectativas, ganas de luchar por una sociedad mejor… Supongo que es el precio que hay que pagar por deshacerse de otras cosas. Así que tendré que ponerme manos a la obra y, de camino hacia el contenedor, ir apreciando todo lo que he aprendido y conseguido. Y no me refiero a lo material. Tendré que variar mi mirada. Ver desde otra perspectiva. Convencerme de que las cosas, cuando ocurren, tienen un porqué. Sin más.
Aceptar que nada es para siempre. He aprendido que un sueño cumplido puede resultar, con el tiempo, una carga molesta. Que un fracaso anterior, se ha revelado como el pilar de un éxito presente. Que se ha luchado por ideales que solo sirvieron para encumbrar a necios. Que se presumió de fuerza ante los más débiles. Que estropeé días maravillosos por discusiones inútiles. Que un mejor coche, no me hizo mejor persona. Que se puede presumir de los orígenes humildes. Que confundí amar con desear, querer con poseer…
Ahora quiero tener nuevos miedos, nuevas metas, nuevas ilusiones. Cometer nuevos errores, y, de paso, conocer a una nueva persona. A mí. No sé si llegaré a ser mejor o peor que el anterior. Eso no me preocupa. Pero el solo hecho de caminar con la mochila más ligera, ya merece la pena.
Solo espero que no me ocurra lo que en mi niñez que, siendo ya grandecito para seguir usando el chupete, lo tiraba por la mañana desde la ventana de la cocina hacia el patio de mi vecina, y por la noche iba a recogerlo.

De hecho, ayer mismo empecé la limpieza. Algunas figuritas que andaban por allí, las quité de dónde estaban y, aunque no las llegué a tirar, sí que las puse más cerca de la caja. Algo es algo. 

lunes, 25 de julio de 2016

LAS BUENAS NOCHES DEL GILIPOLLAS


Hace pocos días me encontré con una situación de esas que no son muy agradables. Todo ocurrió cuando me disponía a depositar la basura en el lugar habilitado para ello en mi barrio. Por cierto, que el lugar habilitado para ello, es una bonita rotonda lindando con las aulas de preescolar de un colegio público, con lo que la rotonda está hecha una porquería, la acera una guarrería, los chaveas tienen que aguantar olores todo el día y, esa rotonda (con fuente incluida), da una impresión de país menos adelantado. Pero así están las cosas. En nuestra ciudad. Málaga. Lo único que interesa es tener una pequeña parte del centro  limpia y a los barrios que los parta un rayo. O dicho de otra forma; que se los coma la mierda.
Pues eso. Les decía que llevaba yo mis bolsas de basura (orgánica y elementos varios para reciclar), cuando en la penumbra veo una bicicleta apoyada en un contenedor, por un momento pensé que alguien la habría dejado allí, pero inmediatamente y de prácticamente de dentro de un contenedor salió una persona. Además equipada para su labor: gancho de hierro para alcanzar lo que sea que le interese buscar allí, y linterna de minero. Claro, el pobre hombre pensaría que lo único que le hacía falta es que ese tipo que se acercaba caminando a los contenedores, se volviera a su casa pedaleando. Con su bici.
Total, que repuestos del repullo mutuo deposité mis bártulos y él siguió con lo suyo. Ya, ya sé que, desgraciadamente, no es una estampa extraña de presenciar. Ahí está lo malo. Ya estamos vacunados contra esas injusticias sociales. Vemos a personas hurgando en la basura con la misma indiferencia que observamos como los incívicos dueños de perros, nos dejan sus mierdas en aceras y zonas verdes. Todo es una basura. Nuestro compromiso también. Aquí, cada uno va a lo suyo, solo nos interesa ciertos jugadores de fútbol, ciertos cotilleos, ciertos politiquillos y, pare usted de contar. Por supuesto, a usted y a mí, no. Eso es a los otros. Además de ser una sociedad de basura, somos mentirosos ¿Quién vota a ese partido que nadie vota y que siempre gana? Nadie. Pos como eso to.
No les voy a hablar de los datos de crecimiento de los índices de pobreza que tenemos en este país de pellejo de toro. Ni de los de desempleo. Ni de los de emigración a otros países o provincias (yo hace ya 6 años, que tengo que ver como uno de mis hijos, año tras año, tiene que irse fuera para ganarse un futuro y un jornal). Los datos están ahí. Consúltelos. Analícelos. Piénselos. No dejen que otros se lo interpreten, hágalo usted mismo. Pero no desde un medio de comunicación, o al menos, no desde uno solo. Contraste la información y, sobretodo, salga a la calle.
Sí. Que sí. Que ya sé que los bares están llenos de gente, y todo eso. Pero eso no puede paliar el drama de un ser humano rebuscando en la basura. No. Cien sillas ocupadas en una terraza de verano no equilibran que un niño se vaya a la cama sin cenar. Hay que hacer algo. Joder.
Pero desde luego, no haga lo que yo aquella noche del encuentro, que mientras me acercaba a los contenedores y a ese hombre, solo atiné a decirle: Buenas noches.
Le podría (le tendría que), haber dicho un millón de cosas. Que si necesitaba algo que yo pudiese facilitarle esa noche. No sé. Un brick de leche, o una lata de conserva, o algo de primera necesidad. Yo que sé! Quizá ofrecerle un café, un vaso de agua… Joder, cualquier cosa. Incluso, haberle dado algunos de esos cacharros que se tienen guardados en la casa, esperando que algún día, por arte de birlibirloque, vuelvan a funcionar, o un par de camisetas de las treinta que tengo…
Pero no, yo con mi limpia basura de mierda, solo atiné a decirle a una persona que buceaba en la basura; buenas noches. Sólo me faltó plagiar a los americanos y, seguidamente, desearle que tuviese un buen día.

Hay que ser gilipollas.

lunes, 18 de julio de 2016

LA FIESTA DEL MILLONARIO



Quién me iba a decir que asistiría a una fiesta privada en casa de un millonario. Bueno, a mí me invitó un amigo del acaudalado, pero eso no le quita categoría a la cosa. La invitación exigía, traje de noche o cóctel a las señoras, y esmoquin o traje negro a los caballeros. Toma ya. Como al único esmoquin que tuve en mi vida -porque así lo exigía la orquesta en la que trabajaba-, le perdí la pista hace muchos años, me puse un traje negro y corbata. Cometí un pecadillo y me puse una camisa de mangas cortas en lugar de la manga larga. Pensé que con tanto protocolo no me quitaría la chaqueta en toda la noche. Así fue. Solo me quité la corbata, y fue justo después de ver al anfitrión, ya de muy madrugada, bailando una rumba con posturas inconfesables. Así que me dije; el protocolo ya se ha ido a la mierda; fuera corbata. Aun así, fui de los pocos que osó romperlo. Mi cuñao también se quitó la pajarita (joder, ahora que lo pienso, mi cuñao con una pajarita? Eso sí que da para un buen artículo). Sigo.
Dejen que les diga que no vayan a ver este artículo como una crítica a alguien que tiene mucha, y por lo que dicen, mucha pasta de verdad. Todo lo contrario. Cuando nos presentaron y nos saludamos, resultó ser una persona amable y educada. Así que, una vez cumplimentado el saludo al responsable de todo aquel cotarro, me dispuse a disfrutar de la fiesta. La noche contó con todos los ingredientes dignos de un fiestuqui de alto postín que se precie: Catering, barras con bebidas de calidad, canapés, camareros, champán francés...
En fin, además de todo eso, había un trío de jazz y un grupito de flamenquito, muy buenos ambos. Una mansión moderna que dicen costó una millonada y un garaje con cinco piezas de esas marcas que estás pensando. Sí, de todos ellos había una representación. Además, aunque no quisieras bajar al garaje para verlos; los verías, porque éste estaba estratégicamente ubicado justo al lado del servicio que había que usar para los invitados. Así que aunque solo bajaras con ganas de mear, subirías con un mosqueo de la hostia. Y además, como todos, pensando el coche que te llevarías. Un mojón te ibas a llevar. Solo el seguro de cualquiera de ellos vale más que el coche que me quiero comprar ahora.
La casa, que en otros años se organizaban visitas guiadas con los decoradores de la misma, estaba cerrada a cal y canto. En todas partes cuecen habas y, por lo visto, algún año anterior alguien muy bien vestido se había llevado algo que, intuyo, valdría una pasta. Pero por fuera se veía una casa muy bien y muy caramente, decorada. La piscina la habían cubierto y habilitado como pista de baile. Yo solo la pisé un poco para sentirme como aquél que pudo caminar sobre las aguas. Luego volví a lo que me interesaba; asaltar a los camareros de los canapés y mantener mi copa llena de champán. Gratis total. Solo había que pagar una contrapartida al propietario: Mantenerse en silencio mientras daba la bienvenida y ofrecía su discurso. Sí, por lo visto le gusta dar una charla en esas fiestas. Y, no crean, que no estuvo mal. Agradecí que no fuese un discurso de esos que terminan hablando de política, economía o de que hay que currar mucho en esta vida para ser millonario. El discurso de este año lo había dedicado a hablar sobre el Orient Express. No dijo nada que yo ya no hubiese visto en las pelis de mis años mozos, pero estuvo bien, y salió casi perfecto. Digo casi, porque, además de todo lo que les he dicho que allí había, añadan que también hubo: fotógrafos, presentadores, seguridad, drones que tomaban vistas de la velada (a mí creo que me pillaron una vez con el dedo en la nariz, joder), y… fuegos artificiales. Y estos últimos fueron los responsables de que la perfección se quedara en casi. Por lo visto, al nombrar la ciudad de Estambul, que es el destino del tren inaugurado en 1883, era cuando el discurso se había terminado y los cohetes hacían su aparición. Pero por motivos que no nos explicaron (menos mal), la palabra Estambul salió cuando aún faltaba parte del discurso. Y claro… se formó la de dios. El anfitrión gritando que se callaran los cohetes y el cohetero, ni caso. Cuando se acabaron los tronidos ser reanudó el discurso. Y esto fue paradójico, poco antes me enteré del intento de golpe de estado en Turquía. Así que no vi tan fuera de lugar los “disparos”, toda vez de lo que habría formado en las calles de esa ciudad.
Y en esas transcurrió la noche, entre canapés, alcohol de muy buena calidad, música, gente bien vestida, y unas vistas privilegiadas sobre el mar. Con mi agradecimiento, muy de madrugada, di por concluida la noche y me volví a mi casa. Y al llegar a ella reflexioné sobre lo acaecido esa noche.
En mi casa, no había ni seguridad, ni piscina, ni garaje con vehículos de lujo, ni catering, ni camareros, ni músicos (bueno, solo yo), ni cohetes…nada. Silencio. Y lo agradecí.
No les voy a contar, por muy cierto que sea, eso de que “No es más rico, quien más tiene; sino quien menos necesita”. Ni tampoco les diré eso de que “Era tan pobre, tan pobre, que solo tenía dinero”. No. No sería justo por mi parte hacer una crítica a alguien que abre las puertas de su casa a un grupo de amigos, y de amigos de sus amigos. En  este caso solo me queda mostrar mi agradecimiento y, de paso, esperar que el año que viene también me invite aunque sea de reserva.
Quizá cualquier día, en justa correspondencia, igual lo invito a picar algo en mi casa. No tendrá que venir en smoking, ni observar un protocolo riguroso; bastará con el decoro exigido socialmente. Habrá música, comida y bebidas (de ofertas, eso sí). Además, cuando vaya a mear, no tendrá que ver mi coche de 23 años. Y, por supuesto, no tendrá que aguantarme ningún discurso ni oír ruidos de cohetes.
Aunque bien pensado, igual me preparo algo a través de la Wikipedia para el discurso,  y lo de los cohetes lo soluciono poniendo, entre plato de papas y plato de queso, unas cazuelitas de garbanzos.

Veremos.

viernes, 10 de junio de 2016

LOS RECUERDOS


Como en otras facetas de nuestra vida, en esto de los recuerdos hay tres etapas. En una primera se empiezan a acumular en nuestro ser. En otra comparten espacio con las expectativas del porvenir, en una proporción considerable, y en una tercera ya ocupan la mayor parte de nuestra vida.  A medida que nos vamos acercando a esta última etapa es inevitable ir haciendo balance. Qué recordamos con agrado y qué con amargura. Además, aquí no hay interpretación, los recuerdos son los que son. Puede que los hechos no fuesen tal y como los recordamos. Aun así, lo que nos valdrá  para que nos juzguemos será lo que recordamos. Así lo recordamos; pues así sucedieron. Una putada o una ventaja, vete tú a saber.
Así que en esta especie de evaluación de los recuerdos, llegaremos -o no- a alcanzar la tranquilidad que se empieza a buscar. Puede que también lo utilicemos para buscar la justificación para aquello que hicimos o dejamos de hacer. No importa. Sea lo que sea los recuerdos nos van a ayudar. No hay que temerles. Ni mucho menos. Hay que aceptarlos. Ellos no te van a engañar, son muy transparentes. No vas a recordar nada -salvo, claro está, esas situaciones muy complicadas de tratar en estos momentos-, que te haga sufrir mucho. Los recuerdos están ahí para decirte cómo eres, cómo te has formado como persona, etc. Y también están ahí para que entiendas el porqué de las cosas. Por qué se ha llegado a lo que se ha llegado, o por qué no se ha llegado a eso que deseabas. Te van a desvelar tus equivocaciones y tus aciertos. La suerte que tuviste de estar ese día y esa hora en ese lugar, o todo lo contrario. Los recuerdos no son malos ni buenos. Aquello que ocurrió sí fue malo o bueno, pero el recuerdo solo es un acta de un hecho que ocurrió un momento determinado de tu vida. Ellos no te atormentan, ni te gratifican. Lo que hiciste o te hicieron sí.
Cuanto te ves en soledad, o en situaciones poco agradables, es cuando ese mecanismo se activa. Difícilmente asoman la nariz si te encuentras en situaciones placenteras. Nadie está en un momento feliz y se pone a recordar el día que estabas en la cama con la pata tiesa. Aún en esas circunstancias recordarás, si se dieron, esas visitas que te hacían los amigos y amigas, lo que te escribieron en la escayola y las ganas que te dieron de comer papas con tomate que te hacía tu madre. Pero poco más; una vida llena de recuerdos bonitos, es sinónimo de una vida bonita. Y lo contrario… pues eso.
Hay quien dice que tiene muchos presentimientos. No lo dudo, pero creo que realmente el presentimiento no es más que la conclusión de lo que recuerdas que has vivido. Supongo que se darán circunstancias parecidas a las que un día se dieron y nos ocurrió tal o cual cosa buena o mala. De ahí, tener un presentimiento determinado.
Cuando estemos en una determinada situación, y estamos buscando una salida para dar una solución a algo que creemos -o lo es-, un problema, debemos considerar esos recuerdos que nos asaltan. En base a ellos podremos tomar una decisión, no digo que la más acertada, pero sí la más argumentada. Lo que has intentado mil veces y ha fracasado; no se ha de insistir. Hay que saber cerrar puertas y abrir otras.
Si tienes una vida llena de magníficos recuerdos, y no te ocurre nada extraño; Qué haces pensando y recordando cosas. Disfrútala. Cuídala. Sigue acumulando material bonito. No tengas miedo a tener una especie de síndrome de Diógenes. Guarda todo por muy viejo que parezca, pero sólo si es tuyo, no recojas recuerdos de otra gente.
Si por el contrario estás en una situación difícil, complicada y que exige una decisión, evalúa tus recuerdos. Cuáles pesan más. Los buenos, los malos…
Ahí está la clave. Pero decidas lo que decidas hacer, ten en cuenta que seguir acumulando material malo, te llevará a ser una persona amargada, triste, sin vida. Y eso no beneficia a nadie.
Nadie me dijo que los recuerdos no son como los años, que se van acumulando sí o sí. Algunos nos vendrán dados porque sí, pero otros, sin límites, los puedes fabricar, se pueden moldear, se pueden provocar. Lo que hagas hoy de bueno, será un buen recuerdo mañana.
Nunca es tarde (hasta que llegue el día que lo sea, claro), para empezar a sembrar lo que serán buenos recuerdos, para que, si es tu caso, puedan compensar esos que ya están dentro de ti y te hacen daño. Es cierto que nos podemos equivocar y lo que creemos hoy que será un buen recuerdo mañana, no lo sea tanto. Es un riesgo que hay que asumir. Pero sí es seguro que lo que hagamos hoy de mal; no lo recordaremos como bueno mañana.
Yo acabo de iniciar esta táctica, terminar este escrito me dejará un buen recuerdo: El de haber reflexionado sobre algo que, quizá, pueda ayudar a alguien.
Corrie Ten Boon, escritora Holandesa que ayudó a los perseguidos por el régimen Nazi, nos dejó dicho: “Los recuerdos no son la clave para el pasado, sino para el futuro”.

Recuérdalo.

lunes, 8 de febrero de 2016

PUES DEMUÉSTRAMELO


            Tengo una amiga que también tiene la manía de escribir todo aquello que le da la gana en un blog. Lo malo es que lo hace muy de tarde en tarde, privándonos así de unas lecturas que siempre son muy interesantes y dan para mucha reflexión. Pero bueno, allá ella; nosotros nos lo perdemos.
            El caso es que no hace muchos días publicó lo que por ahora ha sido su última entrada. La tituló: Bailar a  la orilla del mar  (http://laberintodecristal5.blogspot.com.es/?view=classic), en esta entrada, ya verán, mi amiga habla de una curiosidad que le ocurrió (o se inventó, vete tú a saber), sobre una pareja que bailaban a la orilla del mar. No les voy a contar el artículo. Léanlo si quieren reflexionar un poco. Yo lo hice y al terminar su lectura me decidí a escribir un comentario en su blog, y ahí estará supongo.
            Bueno, como ven hasta aquí nada de extraordinario. Sin embargo, a la hora de darle a publicar el comentario, el ordenador. Sí han leído bien: el ordenador, me preguntó (sin comillas ni leches, a jierro), que le demostrara que no era un robot. Tiene cojones la cosa, eh? Además no le bastó con que se lo jurara por mi madre mirándole fijamente a su pantalla. Nada. Además en el colmo de la deshonra, me puso por delante unas fotos de muy mala calidad, y me pidió que señalara todas aquellas que, o eran galletas o pertenecían al género de las galletas. Galleta la que te daba yo a ti, pensé. Pero ya que me había tomado la molestia de escribir unas palabras para la autora del blog, decidí demostrarle que no era un robot.
Así que, de las seis fotos, cuatro eran manifiestamente una cosa distinta a galletas o algo parecido. Una eran unas galletas de toda la vida, pero otra… joé, una de ellas no tenía ni puta idea de si eran galletas (como ahora hay galletas de todo tipo, forma, sabores, colores…), o eran panes de pueblo, discos de embrague, o un carrillo de cojinetes. El caso es que también la señalé y, bingo. Quedó demostrado que no era un robot. Uf.
            Pasado este trance, me dio por reflexionar sobre la cantidad de veces que, a lo largo del año, semana, incluso día tenemos que demostrar que somos lo que somos y no somos lo que nos preguntas que si somos. Que no?
A ver, estamos obligados (los que tenemos vehículos), a pasar la ITV, para demostrar que nuestro coche puede seguir circulando. Nuestras casas tienen que pasar la ITE, para demostrar que, al menos ese día, no se van a venir abajo. Si te lías con trámites de administración, no te extrañe que te pidan una fe de vida, exacto, para demostrar que estas vivo, o un certificado de penales, para demostrar que no estás (de momento), en el talego. Fotocopias del DNI, para demostrar que eres residente… Y por si no fuesen suficiente las peticiones de demostraciones que te puede pedir la cuestión administrativa, la sociedad se ha inventado unas pocas. Qué pasa si no le llevas un regalito a tu parienta el día de los enamorados? Pues eso, que demuestras que no estás enamorado. O a tu madre/padre el día de la madre/padre…
Pues saben qué les digo. Que al final no me pareció tan deshonroso el tema de las galletas. Ya me gustaría que el próximo día cuando tenga que ir a demostrar que mi coche, a pesar de los 22 años que lleva soportando mi culo, sigue funcionando de puta madre, en lugar de tener que pagar una pasta y soportar que algún que otro empleado lo eche para atrás porque hay una mota de polvo en el salpicadero, me sentaran una mesita con varias fotos de gente andando por la calle y me preguntaran: “Si su coche funciona correctamente y no tiene pasta para cambiarlo, señale en cuales de las fotos que le han presentado, figura el gilipollas que diseñó el programa de las galletas para demostrar que usted no es un robot”.

Palabrita del niño Jesús, me encantaría.