viernes, 7 de octubre de 2016

MENSAJE EN UNA BOTELLA

Mi viejo amigo Tamayo nos ha dejado. Afortunadamente hacía pocos meses que fui a visitarlo. Tamayo fue marinero toda su vida. Era mayor que yo y además estaba muy quemado por la vida tan dura que llevó. Aun así, no había quien lo doblara bebiendo. Ron, wiski, ginebra, vino, aguarrás… daba igual, te sacaba cuatro copas antes que encendieras tu segundo cigarrillo.
 Pasamos un par de horas charlando de lo de siempre. Me volvió a contar el castañeo de dientes que a diario tenía cuando se tuvo que  embarcar y recaló en un pesquero por el mar del norte. Por el frio y por el miedo. Ni mili, ni poyas; ahí me hice un hombre de verdad. Me decía. También tocó el tema de casualidades y el destino, una temática que últimamente introducía. Le obsesionaba ese tipo de cosas. Gente que se volvía a encontrar en los lugares más lejanos e insospechados. Relojes que vendió y volvió a comprar en otra parte del mundo... Pero, cómo no, me habló de su mujer y de lo felices que siempre fueron. Yo le hablé de mis proyectos, pero mostró el mismo interés que la mosca que nos acompañó aquella tarde. Cuando le dije que me marchaba, me retuvo; quería enseñarme algo. Sin duda, importante. No era muy sociable.
De la parte baja del mueble del salón sacó una botella. Ésta además de microorganismos pegados, tenía un papel y un tapón de corcho dentro. La había encontrado hacía un par de años. Poco después de que su mujer nos dejara.
Un tanto excitado por la situación, extraje el papel de la botella y, con cuidado, fui desdoblándolo. Me encontré con una carta redactada a mano y, sin duda, con una pluma estilográfica. Con trazos largos y ondulados. Me recordaba la escritura árabe. Comencé a leer:

 Bergen. Noruega. 
 Septiembre de 1975. 

Amada mía hace un par de días que atracamos en el puerto de Bergen, en Noruega.. Después de cinco meses en alta mar, no sabes lo bien que uno se siente al poder pisar suelo firme.
Tenemos noticias de que por allí hay prevista otras ejecuciones. Dios quiera que estas sean las últimas que firme ese dictador asesino. No sabes la tristeza que me produce. Si supieras cuánto de atrasado estamos. Si algo de bueno me ha traído este exilio político, ha sido conocer países en los que se vive en libertad. Países que progresan. Ojalá pronto nos llegue esa libertad.
Chiquitilla -siempre me gustó llamarte así-. Recuerdo el primer día que te vi, tu primera sonrisa, tus pasos lentos cuando caminamos juntos por primera vez. Desde aquel día, créeme, no ha pasado uno sin pensar en ti.
Con el tiempo empecé a conocerte. O mejor dicho; a reconocerte. Sabes que siempre tuve la impresión de que, en algún lugar o momento, cruzamos nuestras miradas de niños y un pensamiento: me gusta. Eso aún nos queda por descubrirlo.
Aprendí tanto de ti. Eres tan transparente, sincera, soñadora… No te imaginas lo bien que me siento cuando te abrazo. Abrazarte, tú haces que esa palabra adquiera todo su sentido Ya, ya sé que estás pensando que también tienes tu agua levante. Y es verdad. Quién no.
Chatilla -también me gusta llamarte así-, tu forma de querer no pertenece a esta época. Es puro romanticismo lo que tus poros derrochan. Si alguien puede decir que ha tocado el amor, ese soy yo. Tú me lo das de una forma tan intensa y real que se vuelve material. Eso solo lo pueden hacer muy pocas personas en este mundo. Tú eres una de ellas. No te quepa duda. ¿Sabes una cosa que me admira de ti? Nunca vi una mueca de desagrado en tu cara. Te he visto seria, enfadada, incluso dolida, triste... Pero nunca has hecho una muestra de desagrado, de desprecio, de ignorancia...Yo no soy así, ya me gustaría, pero prometo mejorar. Tengo tanto que mejorar.
Aquí son las 6,00 de la mañana. Imagino que dentro de poco te levantarás y, como todos los días pensarás en mí. Dónde estará mi chatillo, te dirás. Te asearas y saldrás en silencio hacia tu trabajo. Seguro que enciendes un cigarrillo y bajarás esa cuesta a paso lento, sorteando lugares que antes no te llamaban y ahora, cada día, exigen su pago. Y, quizá, alguna sonrisa viéndote en otros momentos allí. Conmigo. Imaginando que a la vuelta de la esquina estaré para darte los buenos días, besarte fugazmente y rozar tu mano. Llegaré. Cualquier mañana me verás allí, y será para llevarte conmigo. Y, juntos recorreremos ese camino.
No solo eres la mujer de mi vida. Eres la mujer. Así, sin más. La que cualquier hombre desea tener a su lado. La amante, amiga, confidente. No sé si alguna vez te lo dije. Pero ha sido un privilegio que me ha dado la vida al conocerte. Ya sé que una sonrisa lo cura todo. Que una mirada de amor, lo suaviza todo. Que un beso, nunca se volverá un acto mecánico. Que un problema; siempre tiene solución. Que amar, no es querer; es algo más.
En fin, esta carta tampoco la podré echar al correo. Sigo siendo un perseguido y no puedo delatarme. Como otras, la volveré a meter un una botella y la echaré a la mar. Recorrerá muchas millas y seguro que alguien la encontrará. Que la lea. Que sepa que hay gente como tú. Pero, sobre todo que sepa, que yo no me quedaré lo que me queda de vida embarcado y huyendo de nada. Que volveré (quizá ya he vuelto), por ti. 
Con todo mi amor.

            Miré a mi amigo y le pregunté que qué tenía pensado hacer con ella. Volver a tirarla a la mar, me dijo. Dicho esto, dio media vuelta y se sentó en su sillón preferido mirando a una foto en la que se le veía en plena faena un día de temporal fuerte, y que le había dedicado a su mujer.
Tamayo ha dejado de estar entre nosotros. Lástima. He recordado esta conversación, porque recientemente he vuelto a su casa. Sus hijos nos han citado allí a algunos viejos amigos para cumplir un deseo de su padre: Brindar por él y por la República. Les he preguntado si sabían algo de la botella que me enseñó. Ni idea, me dijeron. Pero Jacinto, otro viejo amigo común y que aún tiene fuerzas para salir a navegar con su cascarón, dice que hace un mes le pidió salir a la mar, y tiró una botella, pero no dijo nada. Ni él preguntó.
Me he acercado a la foto que le gustaba mirar. Con todo mi amor, se podía leer escrito en una esquina de la foto. Una letra con trazos largos y ondulados hechos con pluma estilográfica, y que me recordó la escritura árabe. Y una fecha: Mar del Norte. Noruega. 1975. Y recordé que me dijo que tenía pensado volver a tirarla a la mar. Volver…

Las casualidades Tamayo. Las casualidades.

2 comentarios:

  1. Una historia preciosa. Con una gran lección para los que ven obstáculos para el amor. Un sentimiento maravilloso que ni el mar ni la persecución ni la muerte los separa. Muy bien escrito y llevado. De las historias de amor más bonitas que he leído. Quién fuera la protagonista. Enhorabuena. Besos

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  2. Gracias Inma. Gracias por leer y dar tu opinión. Un beso.

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