viernes, 10 de junio de 2016

LOS RECUERDOS


Como en otras facetas de nuestra vida, en esto de los recuerdos hay tres etapas. En una primera se empiezan a acumular en nuestro ser. En otra comparten espacio con las expectativas del porvenir, en una proporción considerable, y en una tercera ya ocupan la mayor parte de nuestra vida.  A medida que nos vamos acercando a esta última etapa es inevitable ir haciendo balance. Qué recordamos con agrado y qué con amargura. Además, aquí no hay interpretación, los recuerdos son los que son. Puede que los hechos no fuesen tal y como los recordamos. Aun así, lo que nos valdrá  para que nos juzguemos será lo que recordamos. Así lo recordamos; pues así sucedieron. Una putada o una ventaja, vete tú a saber.
Así que en esta especie de evaluación de los recuerdos, llegaremos -o no- a alcanzar la tranquilidad que se empieza a buscar. Puede que también lo utilicemos para buscar la justificación para aquello que hicimos o dejamos de hacer. No importa. Sea lo que sea los recuerdos nos van a ayudar. No hay que temerles. Ni mucho menos. Hay que aceptarlos. Ellos no te van a engañar, son muy transparentes. No vas a recordar nada -salvo, claro está, esas situaciones muy complicadas de tratar en estos momentos-, que te haga sufrir mucho. Los recuerdos están ahí para decirte cómo eres, cómo te has formado como persona, etc. Y también están ahí para que entiendas el porqué de las cosas. Por qué se ha llegado a lo que se ha llegado, o por qué no se ha llegado a eso que deseabas. Te van a desvelar tus equivocaciones y tus aciertos. La suerte que tuviste de estar ese día y esa hora en ese lugar, o todo lo contrario. Los recuerdos no son malos ni buenos. Aquello que ocurrió sí fue malo o bueno, pero el recuerdo solo es un acta de un hecho que ocurrió un momento determinado de tu vida. Ellos no te atormentan, ni te gratifican. Lo que hiciste o te hicieron sí.
Cuanto te ves en soledad, o en situaciones poco agradables, es cuando ese mecanismo se activa. Difícilmente asoman la nariz si te encuentras en situaciones placenteras. Nadie está en un momento feliz y se pone a recordar el día que estabas en la cama con la pata tiesa. Aún en esas circunstancias recordarás, si se dieron, esas visitas que te hacían los amigos y amigas, lo que te escribieron en la escayola y las ganas que te dieron de comer papas con tomate que te hacía tu madre. Pero poco más; una vida llena de recuerdos bonitos, es sinónimo de una vida bonita. Y lo contrario… pues eso.
Hay quien dice que tiene muchos presentimientos. No lo dudo, pero creo que realmente el presentimiento no es más que la conclusión de lo que recuerdas que has vivido. Supongo que se darán circunstancias parecidas a las que un día se dieron y nos ocurrió tal o cual cosa buena o mala. De ahí, tener un presentimiento determinado.
Cuando estemos en una determinada situación, y estamos buscando una salida para dar una solución a algo que creemos -o lo es-, un problema, debemos considerar esos recuerdos que nos asaltan. En base a ellos podremos tomar una decisión, no digo que la más acertada, pero sí la más argumentada. Lo que has intentado mil veces y ha fracasado; no se ha de insistir. Hay que saber cerrar puertas y abrir otras.
Si tienes una vida llena de magníficos recuerdos, y no te ocurre nada extraño; Qué haces pensando y recordando cosas. Disfrútala. Cuídala. Sigue acumulando material bonito. No tengas miedo a tener una especie de síndrome de Diógenes. Guarda todo por muy viejo que parezca, pero sólo si es tuyo, no recojas recuerdos de otra gente.
Si por el contrario estás en una situación difícil, complicada y que exige una decisión, evalúa tus recuerdos. Cuáles pesan más. Los buenos, los malos…
Ahí está la clave. Pero decidas lo que decidas hacer, ten en cuenta que seguir acumulando material malo, te llevará a ser una persona amargada, triste, sin vida. Y eso no beneficia a nadie.
Nadie me dijo que los recuerdos no son como los años, que se van acumulando sí o sí. Algunos nos vendrán dados porque sí, pero otros, sin límites, los puedes fabricar, se pueden moldear, se pueden provocar. Lo que hagas hoy de bueno, será un buen recuerdo mañana.
Nunca es tarde (hasta que llegue el día que lo sea, claro), para empezar a sembrar lo que serán buenos recuerdos, para que, si es tu caso, puedan compensar esos que ya están dentro de ti y te hacen daño. Es cierto que nos podemos equivocar y lo que creemos hoy que será un buen recuerdo mañana, no lo sea tanto. Es un riesgo que hay que asumir. Pero sí es seguro que lo que hagamos hoy de mal; no lo recordaremos como bueno mañana.
Yo acabo de iniciar esta táctica, terminar este escrito me dejará un buen recuerdo: El de haber reflexionado sobre algo que, quizá, pueda ayudar a alguien.
Corrie Ten Boon, escritora Holandesa que ayudó a los perseguidos por el régimen Nazi, nos dejó dicho: “Los recuerdos no son la clave para el pasado, sino para el futuro”.

Recuérdalo.