jueves, 29 de diciembre de 2022

ESCRITORES EN LA RED

 

                Se veía venir. Hoy dormiré poco. Llevaba días rumiando ideas para escribir algo y, justo cuando me voy a ir a la cama; Plof, salta la inspiración. El caso es que acababa de terminar una conversación telefónica -de dos horas, que se dice pronto-, con alguien a quien quiero mucho. Mucho. Y, claro, eso activa a cualquiera. Y sabedor de que si me iba a la cama estaría dando vueltas, he decidido coger mis auriculares, mi música (no podría escribir sin ella, y tampoco vivir sin ella) y venirme al ordenador a contarles algo a ustedes. O a usted, que tampoco hay que ser tan pretencioso. Cada uno se entretiene en lo que le gusta. Y escribir o leer, al menos para mí; es de las mejores formas de entretenimiento. Sin descartar otras. Por supuesto.

                Ya hace días que pensaba en los escritores que conozco (personalmente y/o virtualmente), en la Red. Gente que escribe de verdad. No lo que yo hago.

Personas como Enrique Salvo, un tipo con el que tuve el honor de trabajar y discutir, codo con codo, como concejales de esta ciudad. Enrique escribe didácticamente y de forma magistral. Pedro Moreno Brenes, otro que tal baila, un tipo que también tuve el honor de currar con él (en otro partido que no era el mío, pero también desde la izquierda), por nuestra ciudad. Pedro es muy claro en sus escritos y, todos, muy fundados. Esperanza Arcos Ortega, mi hermana-prima, que un día se levantó y se escribió un libro casi del tirón, que ya tiene mérito la cosa. Libro editado y muy bien escrito: “Mientras Sueñas”.

 Felipe Bravo, hermano de esa persona que me tuvo las dos horas al teléfono, y un grandullón que he tenido la suerte de conocer hace poco, y que el día que aprenda a concentrar sus palabras en textos mas digeribles, abrirá muchas bocas de admiración; el tío es un poeta y no lo sabe todavía. Lo reúne todo: divertido, sentimental, riguroso… O mi vecina Toñi Sánchez, que tiene un blog de cocina que nos ofrece unas recetas para chuparse los dedos. A veces, me dan ganas de saltar el muro que separa nuestras casas y sentarme a la mesa con cara de estar esperando el autobús de El Palo,

 Inmaculada Espinosa, una mujer excepcional y admirada por mi, que vuelca en su blog sus verdades como puños, aunque escritas con el corazón. Se podrá estar de acuerdo con lo que dice y cómo lo dice, o no; pero no te dejará indiferente.  Juan Miguel Arrabal, o Juan Miguel Escritor (como se hace llamar en el Facebook), es una persona que sabe unir palabras imposibles y las dota de sentido. Tiene profundidad, imaginación y poesía. Les aseguro que, una vez le hayan cogido el puntillo; disfrutarán de sus escritos. Juan Luis Pinto, que pasó de organizar viajes de ocio, a hacernos viajar a través de sus libros y -al tiempo-, se va a convertir, por méritos propios, en un escritor consolidado.

Salvador Pendón, un magnífico político cuando tocó aquello, y un maestro de los que ningún niño/a podría prescindir. Ni adulto. Además, por si fuera poco, corren por sus venas el flamenco y sus verdiales. Luis Melero, autor de “La Desbandá” (Si no lo han leído aún, háganlo), y que tuve el placer de conocer cuando regentaba el Pub de moda de la época, en Málaga: “Pepeleshe”. Además, Luis, fue mecenas de nuestro grupo de Rock Andaluz, Fandango. Nos financió la grabación de nuestra primera y única casete. En su Pub hicimos la presentación del grupo, en directo, con la prensa y todo. Y con buena crítica. Muy buena… pero ahí quedó la cosa. ¡This is life!

En fin, habrá más escritores en la Red, y quizá se los están perdiendo, y es una putada, porque    -insisto-, son gente que escribe de verdad y te hace pasar un buen rato. Así que, háganse otro favor y busquen a esta pandilla de magníficos escritores en la Red, pídanle amistad y lean lo que, de vez en cuando, nos ofrecen.

Traten de imaginarlos escribiendo. Ante al reto que supone el folio en blanco o un documento de Word vacío. Seguro que están pensando en nosotros; en sus potenciales lectores, repasando una y otra vez cualquier error que se haya podido colar (que, como los buenos duendecillos, siempre encuentran un resquicio y… se cuelan. Sí o sí), o alguna palabra que se ha empeñado en aparecer, una y otra vez, en la página. Así, horas o minutos, eso dependerá de la capacidad de comunicación de cada uno, o de los datos contrastados que nos quieran ofrecer. Pero -estoy seguro de ello-, lo hacen porque es una necesidad.

Necesitan contar algo. Dedican tiempo de ocio, de trabajo, de sueño, de la familia… para regalarnos unas reflexiones o enseñanzas que nos harán más ricos. Y no me refiero a la riqueza material, sino a la intelectual. Leer, escribir, hablar y saber oír, es algo que debemos practicar. 

Todos no sabemos escribir como ellos; Por eso están ellos. Aprendamos a leerlos. Devolvámosle algo de nuestro agradecimiento con un comentario, un “me gusta”, o cualquier emoticono que le indique que lo has leído y que quieres seguir haciéndolo. Y que nos da igual si lo hacen (y lo dicen) como profesor de Universidad, Arquitecto, Licenciada, Oficial de la policía, Graduado o medio pensionista. Lo que nos interesa es lo que nos dicen a través de su escritura.

Son escritores en la Red que se lanzan a escribir como los buenos trapecistas: Sin red.

 

Luis Navajas.

 

 

martes, 4 de octubre de 2022

Excelentísimo e Ilustrísimo Sr. D. Paquito


Francisco Javier del Álamo y Gonzaga, a pesar de lo que su nombre te pueda hacer pensar, era un chico de lo más normal, y su familia también. No pertenecían a la aristocracia ni nada de eso. Sus padres -Sastra de confección de caballeros; ella y Peluquero de señoras; él-, tenían una vida cómoda. Nada de lujos, pero tampoco sufrían estrecheces; Por lo que se pudieron permitir enviar a su hijo a un buen colegio -concertado, eso sí-.

Francisco Javier, que era un chico espabilado y nada culpable de tener que acarrear un nombre tan pomposo, fue un buen (muy buen), estudiante. Y, claro, llegó a forjarse una vida y un trabajo muy sólido. Llegó a ser un alto cargo de una entidad pública.

Hasta aquí todo bien. Pero lo que fastidiaba a Francisco Javier, había ocurrido muchos años atrás. Concretamente cuando su tío (el capullo de su tío Venancio; como se decía para sus adentros), fue a visitarlo recién nacido y le dijeron que se llamaría, como se llama. Y éste (su tío, el capullo), dijo. ¡Bien, ya tenemos otro Paquito en la familia! Este es el momento en el que Francisco Javier, pasó a ser: Paquito. ¡Me cago en la puta! Mira que llamar al tío Venancio, con lo bien que estaba en Suiza vendiendo mantelerías y toallas portuguesas. Pues nada, tuvo que venir y bautizar al pobre Francisco Javier del Álamo y Gonzaga, como Paquito.

Así que se pueden imaginar las tensiones que sufría el alto cargo de la administración, cuando por la calle se cruzaba (rara vez, es cierto, ya que usaba el vehículo oficial), con alguien de su pueblo: Adiós Paquito… Paquito ¿Cómo están tus padres?... Paquito, ya no te vemos por las fiestas… De ahí que el coche oficial lo cogiera hasta para ir a mear. Pero, eso tampoco era definitivo: su chófer era Eduardo, Edu para sus amigos del pueblo... sí, el mismo que el de Paquito, y como había sacado la plaza de conductor en un proceso legal; no lo podría ni despedir. Así que Paquito y Edu, se cruzaban las miradas todos los días. Uno con sorna y el otro con un cabreo de mil pares de cojones. Pero las cosas son así Paquito. Es lo que hay.

Además, no solo te ocurre a ti. Esto nos pasa a muchos y muchas españoles y españolas que tenemos un nombre compuesto, un tío capullo, o ambas cosas. Y no hay decisiones salomónicas que te hagan pasar del nombre pomposo al diminutivo digno.

O al menos eso pensaba yo, hasta que hace unos días en una ciudad de Castilla y León, mientras tomaba una cerveza, en uno de sus cien mil bares abarrotados, no pude dejar de oír una historia que me pareció muy bonita.

Justo a mi lado, codo con codo prácticamente, había dos chicas y un chico que hablaban sobre sus asuntos. Ellas, por su acento, de la zona. Él por su acento, de otra zona más, mucho más, al Sur. Y además por su pregunta; algo olvidadizo, puesto que se disculpó diciendo que no se acordaba bien de sus nombres.

 Leni, dijo una; y yo que, a falta de otro entretenimiento, me dediqué a oírlos, pensé: Uy, si te llegan a añadir una N, al final; la liamos. Mary Deli; dijo la otra; y ahí fue cuando pensé que el chico no era olvidadizo; Es que los nombres eran raros de cojones. Pero justo ahí empezó lo interesante de la historia (reconozco que moví mi silla y faltó poco para pedirles permiso para sentarme a su mesa). Mary Deli, dijo que en realidad se llamaba María Fidela. Y la historia es la siguiente: La madrina quería que ésta se llamara únicamente María (precioso nombre, que no necesita explicación ni justificación), pero la abuela, que por lo visto era una señora de armas tomar, dijo que de eso nanai, la niña se tenía que llamar Fidela (también un precioso nombre que merece se conozca su significado y su origen). Y la madrina que no, y la abuela que sí; y vuelta a empezar con los nombres. Hasta que el padre de la criatura tomó cartas en el asunto y sentenció que su hija se llamaría: María Fidela, y de ahí a Mary Deli, solo había que dar un paso inteligente. Genial. Ni Salomón, lo habría mejorado. Lo malo, al igual que en ocasiones le ocurría a Paquito, es que en los listados oficiales no aparecía ninguna Mary Deli, y sí una tal María Fidela que nadie conocía.

Por supuesto que me interesé del significado del nombre de Fidela: Digna de confianza. De origen Latino.  Pero la historia me resultó muy bonita y contada por la propia Fidela, me pareció un lujo haberla podido oír. También hubo una parte triste sobre una llamada telefónica que nunca pudo recibir -por la confusión de nombre-, pero en ese momento la música sonó algo más fuerte y no pude oír bien de qué se trataba. Pero sí pude ver la cara al contarla y había algo de tristeza en sus ojos al recordar aquello que quizá pudo dar un giro a su vida, pero de la que nunca se supo nada más. Cosas de la vida.

Sí, había otra chica ¿recuerdan? Leni (que me daba la espalda). Pues resulta que se llamaba realmente Magdalena. Pero que la llamaran Leni, tenía menos intríngulis. Ya saben: Magdalena, Maleni… Leni. Fin del proceso y todos y todas contentos.

Así que con esas historias oídas en una noche Castellana-Leonesa, me dispuse a abandonar el local, no sin antes enterarme, de voz de la propia Leni (que ahora sí le veía la cara), una historia sobre un primo que se enfadaba (o algo así), porque lo llamaran Paquito. Y ella decía; pues hijo ¿qué quieres?, tú eres Paquito, de siempre. Ea.

Y yo me preguntó: ¿Sería este Paquito, nuestro Excelentísimo e Ilustrísimo Señor Don Francisco de Azuaga y Gonzaga? ¿Y si e lugar de un alto cargo, hubiese sido un magnífico y famoso futbolista? ¿No estaría orgulloso de llevar en su camiseta de la selección española, el nombre de: Paquito A. a su espalda? Pues eso, que como te llamen no define lo que eres.

Así que ya saben, no se enfaden por que sus familiares, amigos, compañeros… les llamen de una forma distinta a la que figura en su partida de nacimiento. Seguro que, si indagan, se encontrarán con que le llaman así por: comodidad, cariño, practicidad… O, en el peor de los casos; con que tienen a un tío Venancio en la familia.

Se los dice uno que podría firmar este artículo como: Luis Francisco; Luis; Nene; Tanti o Luis Francis.

Saludos.

 

Luis Navajas.


jueves, 25 de agosto de 2022

Las Cuatro Plumas (The Four Feathers)

  

Hace unos días me vi obligado (sí obligado), a volver a ver esta película que da titulo a este artículo. Ya la había visto hacía muchos años y, ni fu ni fa, pero bien. El caso es que, además, me la tuve que ver en una versión del año 39. La del año 2002 no la pude pillar en ninguna plataforma. De cualquier forma el asunto no varía. En lo sustancial, digo: “Hombre tachado de cobarde, se porta más valiente que todos los valientes que lo tachaban de cobarde y los va salvando uno a uno”. Nada nuevo; se veía venir. Pero lo que no tiene desperdicio es el puto lenguaje que tiene la peli.

 Inglaterra, entra en guerra con Egipto y un oficial no quiere ir ya que tiene motivos morales, y bla, bla, bla… Hasta la novia le regala una pluma (de ave, que, en la Inglaterra de la época, era un símbolo de cobardía). Pues éste recibe cuatro. Tres de sus mejores amigos y la cuarta de su prometida. Toma ya!!

Bueno, hasta aquí, todo bien; o casi, pero el lenguaje de esos viejos oficiales sobre la cobardía que tuvo el cabo Romerales (por llamarlo de alguna forma), cuando le temblaba la mano al darle la orden de cruzar las líneas enemigas, para decirle al otro oficial británico que el té de las cinco ya estaba preparado… (esto no viene en la peli), pero el caso es que se mofaban de estos enlaces o soldados que mostraban su miedo a hacer algo, sin duda, descabellado y en la certeza de que de esa no saldrían vivos. Eso sí, estos oficiales tenían el frente de batalla a muchos kilómetros; los cobardes eran los que temblaban o se negaban a ir al jugarse la vida. Ellos no, ellos eran unos putos valientes que solo tenían alcoholismo y barriga. Oficiales de mierda. Perdón por desvelar parte de la trama, pero es que la indignación, a veces, me puede.

El caso es -les decía-, que me puse a ver de nuevo la peli, a raíz de un artículo que leí en las redes sociales donde creí reconocer esa pandilla de grasientos oficiales y adláteres que, tras una copiosa comida y una sobremesa muy bien regada; empezaban a dar clases de heroísmo y valentía. Cuando la realidad era que ellos, sin ayuda, no podrían ponerse un calcetín.

Hay quien se atribuye la prerrogativa de otorgar carnés, títulos y certificados de valiente o cobarde; y se quedan tan tranquilos/as.  A veces, hasta se puede leer que -respecto del miedo, que es distinto a la cobardía-, “Lo importante, no es sentirlo sino superarlo para actuar, esa es la diferencia entre una persona valiente y una cobarde. El valiente actúa y el cobarde huye o se estanca”. ¿Se imaginan el discurso? El valiente actúa, el cobarde huye… Plof.

Me gusta leer y me gusta la historia. No estudié historia, pero me gusta; seguro que hay quien sí la estudió, pero, o no lee, o no le gustó la especialidad.

Hace ya algunos meses, y motivado por un artículo que hablaba de la masacre de la Carretera de Almería: La Carretera de la muerte. Donde miles de niños, niñas, ancianos, ancianas, mujeres, hombres… desarmados y huyendo de la barbarie que se les venía encima (Toma de Málaga, por las tropas golpistas y fascistas en el año 37), echaron a correr dirección Almería, por la única carretera que había, y con un único arsenal bélico formado por maletas, hatillos, alguna navajilla, un borrico famélico y… hambre y miedo. Mucha hambre y miedo. Pues bien, estos malagueños -cobardes según algunos/as porque huían-, fueron bombardeados desde el mar, desde el cielo y desde la tierra (tropas italianas, alemanas y fascistas españolas), y asesinados por esos valientes armados hasta los dientes. ¡¡¡Qué hijos de puta!!!

Así está la cuestión. Les decía que, aún hoy, hay quien se otorga el poder de decidir si tú, o tu tío Martín, eres un cobarde o un valiente. Por nada objetivo; simplemente porque, según le venga bien o menos bien, a quien va a expedirte ese carnet de héroe virtual.

Luego, he de reconocer que el asunto no era tan bélico, y el tema iba por otros derroteros. Cosa que yo intuía porque, en cierta forma, conozco al/la autor/ra del artículo, y sé que puede que le pierda la indignación del momento (como a mí ahora), pero no comulga con barbarie de ningún tipo.  Eso se los aseguro.

El asunto era más bien de tipo reproche que de otra cosa. Aunque, también vuelve -en mi opinión y por lo que pude detectar-, a equivocarse. La gente no es valiente ni cobarde según tú (o nuestro interés). La gente tiene sus tiempos, sus miedos y sus derechos. También, por supuesto; sus valentías. La interpretación de nuestros actos es lo que hace que te coloquen en un sitio u otro.

Si te llaman y te preguntan: ¿Cómo estás? ¿Significa algo más que eso? Hay quien hasta dice que, ¿para qué me llamas y me preguntas? Me confundes ¡! Y si no te llaman… ¿son una pandilla de cobardes, que se han ido sin decir nada? ¿Y si resulta que fuiste tú quien se perdió del mapa? ¿Quién bloqueo a ese/a amigo/a que, según tú se portó como un/a cobarde porque no hizo lo que tú habrías hecho? ¿Tienes derecho -tenemos derecho-, a machacar a alguien hasta que nos diga lo que queremos que nos diga?

A veces, no entendemos que no todo es explicable. Que hay situaciones que, simplemente, no tienen explicación. Que son así, porque sí. No sabemos leer la angustia de quien se encuentra en situación semejante y les pedimos que nos digan: Dime porqué, dime de qué, dime, dime, dime… Coño!! No hay nada que decir.

O mejor dicho, muchas veces te lo están diciendo todo (con su silencio, con sus balbuceos, con sus incongruencias, quizá hasta con su cobardía, con su responsabilidad, con sus gestos, con su lenguaje…). Ahora solo falta que lo entiendas.

Pero claro, para eso hay que ser muy, pero que muy valiente.

PD. Dejen que les cuente un chiste de valientes: Resulta que, en unas maniobras navales están presumiendo sobre la valentía de sus soldados, los Almirantes de Francia, Inglaterra y España (un clásico en los chistes, ya saben). Y dice el francés: “Marinero Paté, láncese al agua con un arpón y me trae un atún”; A la orden mi Almirante…Y a los pocos minutos… Plaff, el atún sobre la cubierta, y el Almirante francés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? El inglés no iba a ser menos y le dice al sondado Jhonny Walker, láncese al océano con un cuchillo y me trae una Orca; A la orden mi Almirante… Y a los pocos minutos… Plaff, la orca sobre la cubierta, y el Almirante inglés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? Así que, visto el panorama, va el Almirante español y le dice al soldado Cascorro, láncese al mar con un tenedor y me trae un cachalote; A lo que dice el soldado Cascorro responde; mi Almirante, se va a tirar su puta madre. Y dice el Almirante español, mirando a los otros dos: Qué ¿Tiene huevos o no tiene huevos?

Pues eso.

viernes, 12 de agosto de 2022

LA VIDA PERFECTA

 

A veces, no se sabe bien por qué, los astros del destino se alinean de tal forma que te ocurren cosas por las que siempre has de estar agradecido. No me refiero a que te toque el cupón o la lotería, o no tengas una desgracia en la familia y conocidos. Eso va de suyo. Yo me refiero a cosas que ocurren y que, en cierta forma, cambian tu vida o te aportar valores que son dignos de atesorar.

Resulta que, un día o noche cualquiera, vas y te das de bruces con alguien que te cambia algo. Algo que hace que te replantees situaciones y actitudes. Y empiezas a oír y ver a una persona, o varias, que… no es que te digan que son felices y están agradecidas de su situación; sino que realmente tú lo ves así, o al menos, ellos te hacen ver que es así. Además, esta gente te presta atención y, en cierta forma, da valor a lo que tú le cuentas que haces, dices o escribes. Y, seguramente, pensarán que tú también estás tan plenamente en paz como los están ellos. Y todo eso está muy bien, porque, a pesar de todas las dudas que flotan en una relación tan casual y extraña como esa, te vas moldeando. Asimilas -si estas abierto a ello-, nuevos valores y actitudes. Hasta tal punto que, inevitablemente, va creciendo un vínculo entre las personas. El lenguaje, no solo el hablado, sino también el corporal, (el de los ojos, de los gestos)…va evaluando a la otra persona. Quizá sin querer hacerla; pero inconscientemente se hace y, por los motivos que sea -puede que por el ambiente que os rodea-, esa calificación empieza siendo un progresa (un 5 de toda la vida); a un progresa adecuadamente o una nota más alta. Y tú eres plenamente consciente de que no has dicho nada extraordinario, que eres así y, por tanto, también infieres que la otra persona es igual; Sincera (con defectos, pero sincera).

 Y, de un encuentro casual, pasas a una cita informal, y luego a otra más programada y… Y llega el momento de expresar tus dudas y abrirte en canal (me gusta esta expresión y, además, le da un toque dramático a la cosa). Pues en ese momento es cuando te has de plantear, tú o la otra persona, si tienes cabida en esa vida perfecta (al menos para ella/él). Y eso es un ejercicio duro, porque puede significar renunciar a algo que te trastocó tus cimientos. Pero es honesto, es lo menos que se merece la persona que se sincera ante otra.

¿Qué pintas tú, un recién llegado, en una vida perfecta que lleva muchos años funcionando sin ti? ¿Qué coño haces ahí en medio? ¿Haces falta? O… simplemente, vienes a estropear el cotarro.

Dice un proverbio Indú: “Cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”. Y yo tomo prestada esta frase para, siguiendo mi línea musical, hacer una versión: “Cuando te metas en una relación, procura que tu presencia sea mejor que tu ausencia”. Y eso no es fácil; pero sí ayuda a contemporizar la situación. Tenerla presente puede significar no joderte/no joderle el asunto a ti u a otra persona.

Quizá estás pensado que presento la cuestión de relaciones, de una forma muy fría y calculada. En absoluto es mi intención; Se trata de respeto, cariño; quizás amor incipiente, hacia esa persona que ha aparecido de la nada, como suelen ocurrir las cosas más bonitas de este mundo en decadencia a poco que nos descuidemos.

¿Te necesito? ¿Me necesitas? No de hoy para mañana. Sino un “creo que te necesito y vamos a ver qué pasa”. Alguien me dijo una vez que ella quizá tenía una vida demasiado perfecta (o algo por el estilo); Eso abrió un debate el que yo defendí que “demasiado” no significaba mejor, incluso, a veces, podría ser peor; se podría convertir en sinónimo de inasumible o inabarcable. Pero a mí eso ahora no me interesa. Ya no. Ahora pienso en que las cosas hay que aceptarlas sabiendo qué consecuencias tienen. Y, se ha de ser honesto con uno mismo y con la otra persona, y si resulta que esa maravilla que se te ha presentado ante a ti, te cuenta que tiene una vida plena -o eres tú quien lo proclama-, en el amplio sentido de la palabra; lo que procede es que, al menos se hable mucho de este tema, o hagas mutis por el foro. No por ti, ni por despecho; sino por saber que hay gente que disfruta día a día de una vida perfecta (al menos para ella).

La vida perfecta no existe. Son las personas las que hacen que su paso por aquí sea digno de pregonarla como una experiencia maravillosa (que lo es).

Una vez leí en la prensa – no recuerdo a santo de qué-, una carta de despedida de un chico hacia una chica de la universidad. Terminaba diciendo: “Me gustas tanto, empiezo a amarte tanto que creo no tener cabida en tu vida plena. Espero que esto que parece un acto de cobardía, algún día entiendas que solo ha sido un acto de honestidad y valentía. A partir de aquí, veremos que pasa. Quizá solo necesitemos 20 segundo de valentía, o 3 minutos para conocernos más”.

Veremos.