jueves, 25 de agosto de 2022

Las Cuatro Plumas (The Four Feathers)

  

Hace unos días me vi obligado (sí obligado), a volver a ver esta película que da titulo a este artículo. Ya la había visto hacía muchos años y, ni fu ni fa, pero bien. El caso es que, además, me la tuve que ver en una versión del año 39. La del año 2002 no la pude pillar en ninguna plataforma. De cualquier forma el asunto no varía. En lo sustancial, digo: “Hombre tachado de cobarde, se porta más valiente que todos los valientes que lo tachaban de cobarde y los va salvando uno a uno”. Nada nuevo; se veía venir. Pero lo que no tiene desperdicio es el puto lenguaje que tiene la peli.

 Inglaterra, entra en guerra con Egipto y un oficial no quiere ir ya que tiene motivos morales, y bla, bla, bla… Hasta la novia le regala una pluma (de ave, que, en la Inglaterra de la época, era un símbolo de cobardía). Pues éste recibe cuatro. Tres de sus mejores amigos y la cuarta de su prometida. Toma ya!!

Bueno, hasta aquí, todo bien; o casi, pero el lenguaje de esos viejos oficiales sobre la cobardía que tuvo el cabo Romerales (por llamarlo de alguna forma), cuando le temblaba la mano al darle la orden de cruzar las líneas enemigas, para decirle al otro oficial británico que el té de las cinco ya estaba preparado… (esto no viene en la peli), pero el caso es que se mofaban de estos enlaces o soldados que mostraban su miedo a hacer algo, sin duda, descabellado y en la certeza de que de esa no saldrían vivos. Eso sí, estos oficiales tenían el frente de batalla a muchos kilómetros; los cobardes eran los que temblaban o se negaban a ir al jugarse la vida. Ellos no, ellos eran unos putos valientes que solo tenían alcoholismo y barriga. Oficiales de mierda. Perdón por desvelar parte de la trama, pero es que la indignación, a veces, me puede.

El caso es -les decía-, que me puse a ver de nuevo la peli, a raíz de un artículo que leí en las redes sociales donde creí reconocer esa pandilla de grasientos oficiales y adláteres que, tras una copiosa comida y una sobremesa muy bien regada; empezaban a dar clases de heroísmo y valentía. Cuando la realidad era que ellos, sin ayuda, no podrían ponerse un calcetín.

Hay quien se atribuye la prerrogativa de otorgar carnés, títulos y certificados de valiente o cobarde; y se quedan tan tranquilos/as.  A veces, hasta se puede leer que -respecto del miedo, que es distinto a la cobardía-, “Lo importante, no es sentirlo sino superarlo para actuar, esa es la diferencia entre una persona valiente y una cobarde. El valiente actúa y el cobarde huye o se estanca”. ¿Se imaginan el discurso? El valiente actúa, el cobarde huye… Plof.

Me gusta leer y me gusta la historia. No estudié historia, pero me gusta; seguro que hay quien sí la estudió, pero, o no lee, o no le gustó la especialidad.

Hace ya algunos meses, y motivado por un artículo que hablaba de la masacre de la Carretera de Almería: La Carretera de la muerte. Donde miles de niños, niñas, ancianos, ancianas, mujeres, hombres… desarmados y huyendo de la barbarie que se les venía encima (Toma de Málaga, por las tropas golpistas y fascistas en el año 37), echaron a correr dirección Almería, por la única carretera que había, y con un único arsenal bélico formado por maletas, hatillos, alguna navajilla, un borrico famélico y… hambre y miedo. Mucha hambre y miedo. Pues bien, estos malagueños -cobardes según algunos/as porque huían-, fueron bombardeados desde el mar, desde el cielo y desde la tierra (tropas italianas, alemanas y fascistas españolas), y asesinados por esos valientes armados hasta los dientes. ¡¡¡Qué hijos de puta!!!

Así está la cuestión. Les decía que, aún hoy, hay quien se otorga el poder de decidir si tú, o tu tío Martín, eres un cobarde o un valiente. Por nada objetivo; simplemente porque, según le venga bien o menos bien, a quien va a expedirte ese carnet de héroe virtual.

Luego, he de reconocer que el asunto no era tan bélico, y el tema iba por otros derroteros. Cosa que yo intuía porque, en cierta forma, conozco al/la autor/ra del artículo, y sé que puede que le pierda la indignación del momento (como a mí ahora), pero no comulga con barbarie de ningún tipo.  Eso se los aseguro.

El asunto era más bien de tipo reproche que de otra cosa. Aunque, también vuelve -en mi opinión y por lo que pude detectar-, a equivocarse. La gente no es valiente ni cobarde según tú (o nuestro interés). La gente tiene sus tiempos, sus miedos y sus derechos. También, por supuesto; sus valentías. La interpretación de nuestros actos es lo que hace que te coloquen en un sitio u otro.

Si te llaman y te preguntan: ¿Cómo estás? ¿Significa algo más que eso? Hay quien hasta dice que, ¿para qué me llamas y me preguntas? Me confundes ¡! Y si no te llaman… ¿son una pandilla de cobardes, que se han ido sin decir nada? ¿Y si resulta que fuiste tú quien se perdió del mapa? ¿Quién bloqueo a ese/a amigo/a que, según tú se portó como un/a cobarde porque no hizo lo que tú habrías hecho? ¿Tienes derecho -tenemos derecho-, a machacar a alguien hasta que nos diga lo que queremos que nos diga?

A veces, no entendemos que no todo es explicable. Que hay situaciones que, simplemente, no tienen explicación. Que son así, porque sí. No sabemos leer la angustia de quien se encuentra en situación semejante y les pedimos que nos digan: Dime porqué, dime de qué, dime, dime, dime… Coño!! No hay nada que decir.

O mejor dicho, muchas veces te lo están diciendo todo (con su silencio, con sus balbuceos, con sus incongruencias, quizá hasta con su cobardía, con su responsabilidad, con sus gestos, con su lenguaje…). Ahora solo falta que lo entiendas.

Pero claro, para eso hay que ser muy, pero que muy valiente.

PD. Dejen que les cuente un chiste de valientes: Resulta que, en unas maniobras navales están presumiendo sobre la valentía de sus soldados, los Almirantes de Francia, Inglaterra y España (un clásico en los chistes, ya saben). Y dice el francés: “Marinero Paté, láncese al agua con un arpón y me trae un atún”; A la orden mi Almirante…Y a los pocos minutos… Plaff, el atún sobre la cubierta, y el Almirante francés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? El inglés no iba a ser menos y le dice al sondado Jhonny Walker, láncese al océano con un cuchillo y me trae una Orca; A la orden mi Almirante… Y a los pocos minutos… Plaff, la orca sobre la cubierta, y el Almirante inglés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? Así que, visto el panorama, va el Almirante español y le dice al soldado Cascorro, láncese al mar con un tenedor y me trae un cachalote; A lo que dice el soldado Cascorro responde; mi Almirante, se va a tirar su puta madre. Y dice el Almirante español, mirando a los otros dos: Qué ¿Tiene huevos o no tiene huevos?

Pues eso.

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