Hace unos días
me vi obligado (sí obligado), a volver a ver esta película que da titulo a este
artículo. Ya la había visto hacía muchos años y, ni fu ni fa, pero bien. El
caso es que, además, me la tuve que ver en una versión del año 39. La del año
2002 no la pude pillar en ninguna plataforma. De cualquier forma el asunto no
varía. En lo sustancial, digo: “Hombre tachado de cobarde, se porta más
valiente que todos los valientes que lo tachaban de cobarde y los va salvando
uno a uno”. Nada nuevo; se veía venir. Pero lo que no tiene desperdicio es el
puto lenguaje que tiene la peli.
Inglaterra, entra en guerra con Egipto y un
oficial no quiere ir ya que tiene motivos morales, y bla, bla, bla… Hasta la
novia le regala una pluma (de ave, que, en la Inglaterra de la época, era un
símbolo de cobardía). Pues éste recibe cuatro. Tres de sus mejores amigos y la
cuarta de su prometida. Toma ya!!
Bueno, hasta
aquí, todo bien; o casi, pero el lenguaje de esos viejos oficiales sobre la
cobardía que tuvo el cabo Romerales (por llamarlo de alguna forma), cuando le temblaba
la mano al darle la orden de cruzar las líneas enemigas, para decirle al otro
oficial británico que el té de las cinco ya estaba preparado… (esto no viene en
la peli), pero el caso es que se mofaban de estos enlaces o soldados que
mostraban su miedo a hacer algo, sin duda, descabellado y en la certeza de que
de esa no saldrían vivos. Eso sí, estos oficiales tenían el frente de batalla a
muchos kilómetros; los cobardes eran los que temblaban o se negaban a ir al
jugarse la vida. Ellos no, ellos eran unos putos valientes que solo tenían alcoholismo
y barriga. Oficiales de mierda. Perdón por desvelar parte de la trama, pero es
que la indignación, a veces, me puede.
El caso es
-les decía-, que me puse a ver de nuevo la peli, a raíz de un artículo que leí en
las redes sociales donde creí reconocer esa pandilla de grasientos oficiales y adláteres
que, tras una copiosa comida y una sobremesa muy bien regada; empezaban a dar
clases de heroísmo y valentía. Cuando la realidad era que ellos, sin ayuda, no
podrían ponerse un calcetín.
Hay quien se atribuye
la prerrogativa de otorgar carnés, títulos y certificados de valiente o cobarde;
y se quedan tan tranquilos/as. A veces,
hasta se puede leer que -respecto del miedo, que es distinto a la cobardía-, “Lo
importante, no es sentirlo sino superarlo para actuar, esa es la diferencia
entre una persona valiente y una cobarde. El valiente actúa y el cobarde huye o
se estanca”. ¿Se imaginan el discurso? El valiente actúa, el cobarde huye… Plof.
Me gusta leer
y me gusta la historia. No estudié historia, pero me gusta; seguro que hay
quien sí la estudió, pero, o no lee, o no le gustó la especialidad.
Hace ya
algunos meses, y motivado por un artículo que hablaba de la masacre de la
Carretera de Almería: La Carretera de la muerte. Donde miles de niños, niñas,
ancianos, ancianas, mujeres, hombres… desarmados y huyendo de la barbarie que
se les venía encima (Toma de Málaga, por las tropas golpistas y fascistas en el
año 37), echaron a correr dirección Almería, por la única carretera que había,
y con un único arsenal bélico formado por maletas, hatillos, alguna navajilla,
un borrico famélico y… hambre y miedo. Mucha hambre y miedo. Pues bien, estos
malagueños -cobardes según algunos/as porque huían-, fueron bombardeados desde
el mar, desde el cielo y desde la tierra (tropas italianas, alemanas y
fascistas españolas), y asesinados por esos valientes armados hasta los
dientes. ¡¡¡Qué hijos de puta!!!
Así está la
cuestión. Les decía que, aún hoy, hay quien se otorga el poder de decidir si tú,
o tu tío Martín, eres un cobarde o un valiente. Por nada objetivo; simplemente
porque, según le venga bien o menos bien, a quien va a expedirte ese carnet de héroe
virtual.
Luego, he de
reconocer que el asunto no era tan bélico, y el tema iba por otros derroteros.
Cosa que yo intuía porque, en cierta forma, conozco al/la autor/ra del
artículo, y sé que puede que le pierda la indignación del momento (como a mí
ahora), pero no comulga con barbarie de ningún tipo. Eso se los aseguro.
El asunto era
más bien de tipo reproche que de otra cosa. Aunque, también vuelve -en mi
opinión y por lo que pude detectar-, a equivocarse. La gente no es valiente ni
cobarde según tú (o nuestro interés). La gente tiene sus tiempos, sus miedos y
sus derechos. También, por supuesto; sus valentías. La interpretación de
nuestros actos es lo que hace que te coloquen en un sitio u otro.
Si te llaman y
te preguntan: ¿Cómo estás? ¿Significa algo más que eso? Hay quien hasta dice
que, ¿para qué me llamas y me preguntas? Me confundes ¡! Y si no te llaman… ¿son
una pandilla de cobardes, que se han ido sin decir nada? ¿Y si resulta que
fuiste tú quien se perdió del mapa? ¿Quién bloqueo a ese/a amigo/a que, según
tú se portó como un/a cobarde porque no hizo lo que tú habrías hecho? ¿Tienes
derecho -tenemos derecho-, a machacar a alguien hasta que nos diga lo que
queremos que nos diga?
A veces, no
entendemos que no todo es explicable. Que hay situaciones que, simplemente, no
tienen explicación. Que son así, porque sí. No sabemos leer la angustia de quien
se encuentra en situación semejante y les pedimos que nos digan: Dime porqué,
dime de qué, dime, dime, dime… Coño!! No hay nada que decir.
O mejor dicho,
muchas veces te lo están diciendo todo (con su silencio, con sus balbuceos, con
sus incongruencias, quizá hasta con su cobardía, con su responsabilidad, con
sus gestos, con su lenguaje…). Ahora solo falta que lo entiendas.
Pero claro,
para eso hay que ser muy, pero que muy valiente.
PD. Dejen que les cuente un chiste de valientes: Resulta que, en unas maniobras navales están presumiendo sobre la valentía de sus soldados, los Almirantes de Francia, Inglaterra y España (un clásico en los chistes, ya saben). Y dice el francés: “Marinero Paté, láncese al agua con un arpón y me trae un atún”; A la orden mi Almirante…Y a los pocos minutos… Plaff, el atún sobre la cubierta, y el Almirante francés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? El inglés no iba a ser menos y le dice al sondado Jhonny Walker, láncese al océano con un cuchillo y me trae una Orca; A la orden mi Almirante… Y a los pocos minutos… Plaff, la orca sobre la cubierta, y el Almirante inglés dice: Qué ¿tiene huevos o no tiene huevos? Así que, visto el panorama, va el Almirante español y le dice al soldado Cascorro, láncese al mar con un tenedor y me trae un cachalote; A lo que dice el soldado Cascorro responde; mi Almirante, se va a tirar su puta madre. Y dice el Almirante español, mirando a los otros dos: Qué ¿Tiene huevos o no tiene huevos?
Pues eso.
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