lunes, 26 de septiembre de 2011

LA SRA. THATCHER Y EL GOL DE ZARRA (1999. Pinochet se va de rositas de Inglaterra)

          Que el general Pinochet salía de Inglaterra volando, no se le escapaba a nadie. Que se le va a juzgar en Chile por todas las atrocidades que ha cometido; no se lo cree ni el que asó la manteca. Y, que si nos hemos creído que ha estado en la isla retenido como un preso, es como para que nos corran a gorrazos por todo el Bulevar del Guadalmedina, o en algunos de esos seis tramos que dicen que tendrá. Veremos. O mejor dicho: No lo veremos.
            En el casi año y medio que el general chileno se ha pasado en Inglaterra ha tenido tiempo de hacer cantidad de cosas. Es un período ideal para realizar un buen curso de inglés, para relajarse con largos paseos, para leer, y hasta para homologar el permiso de conducir y poder utilizar su silla de ruedas por la acera de la izquierda.
          Pero sobretodo, ha tenido tiempo  de jugar al bridge y tomar el té de las “five o`clock” en varias ocasiones con su amiga la Sra. Thatcher. De lo que no ha tenido tiempo es de arrepentirse de nada.
            Tiene cojones la cosa, nosotros preocupados por la cantidad de recursos, denuncias, órdenes y contrarecursos que nuestro juez Garzón  -que ya es como de la familia- ha tenido que redactar, y el pájaro de Pinochet tirándose la vida padre en la isla. Ya me imagino la escena: El general contándole a la Thatcher, entre paso y paso de la cueca -que es el baile popular chileno-, cómo recibió la orden de arriba, de más al norte, para bombardear el Palacio de la Moneda, y, de paso, asesinar a la persona que lo nombró en 1972 Jefe del Estado Mayor y comandante en jefe de la Fuerzas Armadas. Y la Sra. Thatcher -mientras se acomoda el bolso estilo Srta. Pepis en el regazo y se aplica otra dosis de laca en el pelo-, le explica al Dictador cómo se las apañó para dejar a su patria como un solar (casi todo lo público privatizado, debilitó a los sindicatos, redujo los salarios, y dejó hasta tres millones de parados). Al final le pasó como a Al Capone; cayó por los impuestos.
            El resto de la historia ya la conocen ustedes: El general ha volado y ha andado, tras un viaje milagroso vía Lourdes como dice mi amigo Miguel Angel Santos. Mientras, su voluntaria social; la “Dama de Hierro” (a la que, de vergüenza, se le ha debido caer un trozo de la cara), ha aprovechado el pedacito de metal para regalarle una placa conmemorativa de la batalla de Trafalgar como símbolo de la nueva batalla ganada contra los españoles.  Pues, para que se entere la baronesa Margaret: De no haber sido por el almirante francés Villeneuve -el rapidillo-, probablemente otro gallo habría cantado.
De todas formas, si de lo que se trata es de regalar placas conmemorativas, propongo una suscripción popular para enviarle a la Sra. Thatcher, una con la reproducción en relieve de la  fotografía del gol de Zarra. Eso sí que fue una victoria. Lo demás son batallitas.
Será hija de la Gran Bretaña la tía.

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