martes, 20 de septiembre de 2011

ENTRE PERROS Y CAPULLOS

 Mira hombretón. Tío duro. Lo que has hecho es una mala jugada. La solución que le has dado a lo del perro sólo se le ocurre a un desalmado. De verdad, es difícil dirigirse a un imbécil como tú con un mínimo de respeto. No te lo mereces.
De modo que cuando el perrito empieza a estorbar, tú guapetón, ya sabe lo que hay que hacer. Basta con que esperes a que los niños estén dormidos y simular que vas a sacar el chucho a mear, sólo que esta vez no te quedarás en el portal de tu casa. Lo vas a llevar a dar un paseíllo, (mi padre me contaba historias de paseíllos que  ponían los pelos de punta). Te llevas al perro a corretear por los alrededores de la barriada que está en el quinto pino, o muy cerca de  la cuneta de una carretera nacional, o qué más da. El caso es que el paraje esté lejos de tu casa. Y que, a pesar del mal olor que despide la podredumbre de tu cerebro, el cachorro, Boby, Dana, o como quieras que lo hayas llamado, cuando mire en dirección a su rabo no te vea, y así no pueda encontrar el camino de vuelta. Porque, no te quepa duda, hombretón, rompe-bragas, él intentará buscar el rastro que le facilite el camino a su casa. A tu casa, gilipollas.
Pero claro, ya lo has dejado tirado y estás a varios kilómetros. Vas libre de responsabilidad en tu coche oyendo el CD de la música afrodisíaca y con  el aire acondicionado a toda pastilla para que te bajen los bochornos, Serán de la música, o de  la vergüenza que sientes por haber abandonado al animal. Quien sabe.
 Desgraciadamente, al perro lo encontrará antes el paragolpes del coche de otro majara que, como tú, esa noche ha sacado a pasear su irresponsabilidad, sólo que éste no lleva animal. Él es, y lo demuestra circulando a más de ciento ochenta kilómetros por hora. O lo pillará la perrera. En cualquier caso, se acabó.
Y digo yo que esto es una mierda. Nada cambia. Ya estamos como todos los años. Las ciudades en verano se siguen llenado de Tonys, Lindas, Danas,  Bobys, Chicos, etc. A algunos animales, sus dueños en un alarde de imaginación los bautizan llamándolo: Perro.
Supongo que no recuerdas el día que apareciste en casa con el cachorro en el bolsillo. Ese día fuiste un héroe. Superhombre. Machote. No faltaba más. Los niños quieren un perro por Navidad y vive Dios que lo tendrán. Las bravuconadas que se dicen en la barra del bar de la esquina hay que cumplirlas. Hay que impresionar a la peña.
Pero nada de vulgaridades, todo tiene que ser muy a la moda. En Nochebuena. Así los niños tienen más días para patear al faldero elegido.
Fíjate Adonis.  Si en vez de Papa Noel hubieses elegido, por ejemplo, a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, al menos le habrías evitado unos días de pateo al can.
A los tontos como tú no se les debe permitir tener animales de compañía. No soportáis la responsabilidad de tratarlos con cariño, de adiestrarlos, de sacarlos a pasear, de alimentarlos convenientemente, de lavarlos, y sobretodo de mantenerlos atendidos en festivos y vacaciones
Escucha, pamplina, esta noche cuando te vayas a la cama, seguro que vas a recordar aquél día que pinchaste en plena autovía. Aquella mañana en el que los coches, sin hacerte ni puto caso, pasaban a medio metro de tu bigote. Fiuuuu, fiuuuu. Sí, ese mismo momento que estabas cagado y desamparado en medio de la carretera.  Pues imagínate lo que sentirá el animal. Asustado. Hambriento. Desconcertado. Solo.
Ya sabes. Musculitos. Cachas. La próxima vez piénsatelo dos veces. Mientras tanto, confórmate con regalar un osito de peluche. So capullo.
Guau, guau, (esto, de parte de mi perro).

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