viernes, 16 de septiembre de 2011

A PESAR DE TODO, MERECIÓ LA PENA

            Mi amigo “el peluca”, se ha retirado de los escenarios. Después de casi treinta años, semana más, semana menos, ha dicho adiós. Peor para todos.
Empezamos en esto de la música siendo muy jóvenes, allá por los años setenta y pocos. Hemos pateado prácticamente todas las ferias, todos los hoteles, discotecas, clubes de alterne y escenarios varios de nuestra provincia, de más allá y de mucho más allá. Pero ahora “el peluca”, se ha rendido. O lo han rendido.
Mi colega era el guitarra de nuestro conjunto: Los…, ya ni me acuerdo del nombre, pero en aquélla época todos los conjuntos musicales empezaban llamándose: Los…
Teníamos la ilusión de llegar a tener un nombre en el panorama musical, pero no estábamos dispuestos a lograrlo de cualquier forma o a cualquier precio. Fueron muchísimas las horas que nos tiramos ensayando nuevos temas, haciendo versiones o simplemente improvisando. No nos valía cualquier tipo de música. Lo seleccionado tenía que pasar por nuestro control de calidad, y les aseguro que éste era muy exigente. Cualquier cosa que sonase a pachanga quedaba automáticamente descartada.
Con el paso de los años ocurrió lo inevitable: El primer representante artístico y las primeras pesetas. Y, a partir de ahí perdimos nuestra virginidad musical. La necesidad de pagar -a precio de oro-, los instrumentos, se fue adueñando poco a poco de nuestro tiempo en el local de ensayo. El filtro musical-cualitativo se volvió más permeable.
 Y en ésas dejé a “el peluca”. O quizá me dejó él a mí. No obstante, aunque por separado, aún intentábamos llevar un repertorio, dentro de la mediocridad de lo que había que interpretar, al que no le faltara un mínimo de calidad. Fueron muchas las veces que nos negamos, a pesar de perder dinero y contratos, a incorporar a nuestros repertorios aquellos temas que, a nuestro criterio, rozase lo vergonzoso. Que, igual que hoy,  lo había, y mucho.
Las últimas actuaciones de “el peluca”, lo volvieron a llevar a esos mismos escenarios que tanto luchó por dejar. A la música poco le debe. Al final lo que sacó en claro fue pagar su Fender Stratocaster, tener para sus gastillos diarios, y pagarse algún que otro colocón. Todo, a cambio de dejar su nivel y dignidad musical muy tocados.
Ahora, con los pulmones hechos polvo y con más kilómetros que los baúles de la Piqué, ha optado por abandonar el barco. Dice que, aunque no cobre un duro, prefiere tocar en su casa lo que le gusta, que subirse a un escenario y hacer como el que toca lo que no le gusta, y que le paguen por figurar. 
De todas formas, no pierde el gusanillo y se pasea ocasionalmente por ferias y verbenas para ver a los grupos. En realidad sólo mira a uno y ya los ha visto a todos. Después de curiosear un poco, de comprobar, muy a su pesar, que sobre el escenario hay toda suerte de artilugios que tienen toda la música grabada del mundo, y cuando el mono del tabaco -que lo está matando-, se hace insoportable, se marcha.
Pero lo que más le jode, es cuando oye que desde el escenario alguien dice: “Seguidamente, y para todos ustedes, vamos a interpretar la canción…”
Ahí es cuando no puede reprimir una mueca de indignación y, entre dientes, murmura: Y una mierda vais a interpretar vosotros!

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