martes, 27 de septiembre de 2011

CORAZÓN PARTÍO (2001)

No quiero ni imaginar lo que se hubiera formado, si en plena actuación un artista del gorgoriteo, de los que hemos encumbrado a la fama, cayese fulminado en el escenario. Seguro que las ambulancias de las localidades cercanas emprenderían una loca carrera para disputarse el honor de llevar en su camilla a tan distinguido personaje.  Habría sido tal el movimiento de teléfonos móviles del  representante artístico, del representante discográfico, de los medios de comunicación, del empresario contratante, de los ilustres invitados, etc. etc.; que en pocos minutos, y por tierra, mar o aire, esa persona habría sido evacuada a un centro donde se le podría haber prestado una atención más completa que la de certificar su fallecimiento.  Pero no me vayan a mal interpretar, que todo eso -y más si hace falta-,  por supuesto, están  bien empleados si al final logramos salvar una vida. Pero claro, lamentablemente la cosa cambia cuando estas cosas ocurren personas que no están en el mundo del famoseo.
“El cantante de una orquesta muere en plena actuación”. La noticia la oí un domingo en la radio y el lunes tuvo su reflejo en la prensa. Creo que el cúmulo de malas actuaciones que se dieron en el caso este joven difícilmente hubiera ocurrido en otras circunstancias. Aunque esto no puede significar, en modo alguno, que por el hecho de no ser famoso, por aquí dejamos a la gente anónima sin asistencia. Un yuyu le toca a cualquiera, la diferencia se constata al final del proceso; Unos la palman en el camino y otros salen del centro de asistencia entre palmas.
Y otra cuestión diferenciadora es el tratamiento en los medios de comunicación   Para empezar, si el cantante fallecido hubiese sido conocido,  las cadenas de televisión nos lo habrían contado cientos de veces. Las emisoras de radio se habrían lanzado rápidamente a recordarnos toda la discografía. Las revistas especializadas en la cuestión ya tendrían preparadas ediciones especiales para las próximas semanas. Incluso tendríamos un desfile de modelitos aprovechando el sepelio.
Sin embargo, a nuestro cantante desconocido lo hemos despachado con unas quejas sobre el mal funcionamiento de los servicios, unas notas en radio y prensa, y... va que chuta.
Su entierro habrá sido de lo más normal, y los asistentes, probablemente no sean compañeros del mundo de la música. Aunque les aseguro que sí los tiene. Compañeros que semana a semana se patean las carreteras comarcales, nacionales y de todo tipo, para cumplir un contrato. Caras conocidas de bocadillos de madrugada en los bares de carretera. Músicos de locales de ensayo donde, como sardinas en lata, se reparten las miserias y los días para ensayar. Hombres y mujeres de carga y descarga de todo el material necesario para poder actuar (amplificadores, bafles, instrumentos, herrajes, luces, trajes…). Compañeros de viaje, muchas veces hacinados en furgonetas y jugándose la vida en cada curva. Gente que vive a la espera a una llamada de  los representantes artísticos para conseguir un contrato del que le  tendrán que abonar una usurera comisión…
En fin, ustedes podrán pensar que musicalmente hay muchas oportunidades para poder demostrar la valía de cada cual. Pero con unos representantes artísticos que salvo muy contadas excepciones entienden de música lo que de fútbol los presidentes de clubs, y que más que promocionar lo que hacen es hundir la profesión. O con unos intrusos que llevan toda la música grabada y ellos sólo ponen la cara, apoyados por un público que se impresiona más con la promoción y propaganda que traen los artistas que con la calidad que éstos demuestran en el escenario; es difícil abrirse camino.
El caso es que para nuestro cantante desconocido se han acabado las interminables horas de ensayos y de viajes. También se le han terminado las largas noches y las eternas madrugadas. Lamentablemente, también han concluido sus ilusiones y esperanzas. Seguramente, como todos hemos hecho, cuando su orquesta lograba terminar el montaje de una canción de actualidad todos se sentían muy satisfechos.
Pero, joder. Nunca el título de una de ellas fue tan premonitorio. Un joven ha quedado con el corazón partío en el escenario.

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