martes, 25 de octubre de 2011

VEINTICINCO DE OCTUBRE, FUN, FUN, FUN.


            Esto es la leche. La mayoría de nosotros protestando de lo pronto que pasa el tiempo y los comercios intentando que éste lo haga aún más rápido. Están empeñados en que vivamos, por lo menos, dos meses por delante del día que nos toca. Pero una cosa es prever el futuro, y otra muy distinta, que no nos dejen vivir el presente, que, créanme, tiene mucho que ofrecernos.
Es cierto que, a nivel coloquial, pasamos de comernos las uvas a ponernos el disfraz, con la misma rapidez con la que nos quitamos el traje de nazareno y nos ponemos el bañador. Es decir, que según hablamos se diría que la Navidad, los carnavales, la Semana Santa y el verano, quedan en el mismo semestre. Además, usted igual que yo, ha dicho más de una vez eso de: Los niños ya mismo en el colegio, y la Navidad la tenemos encima. Todo en pleno mes de julio. Sabemos que el ritmo de vida que llevamos ahora es tan acelerado, que hay personas que salen de su trabajo a las tres de la tarde, y a las dos ya están comiendo a su casa. Pero de esto, a que los años duren seis meses, va un trecho.
Sin embargo, lo que ocurre con la Navidad es como para nota. Las técnicas de marketing, muy utilizadas por las grandes superficies comerciales tipo Eliper o Elcortinglé, nos están volviendo majaras. Nos empujan tanto que, si por ejemplo, a primeros de noviembre, o incluso antes, vas a comprar, qué te digo yo; una docena de huevos o una rebequita para el fresquito; el primer palo te lo llevas con la decoración. Es posible que aún queden algunos carteles de la vuelta al cole, o de alguna oferta de bañadores, a los que le han colgado las bolitas y espumillones. Total, ya que has ido a comprar y metidos en ambiente, lo más probable es que termines echando al carrito: un kilo de roscos de vino, kilo y medio de mantecados, una caja de mazapán, y si pillas una buena oferta; un jamón. Y así con setecientas mil cosas más que, cuando llegue Navidad, están más que digeridas. De este modo sobre el día 20 de noviembre -que es una fecha para recordar con agrado-, ya no te queda nada y tienes que repetir la compra, que por supuesto, nos volveremos a comer antes de tiempo. Por tanto, el día de la paga extra, si es que la logramos cobrar a tiempo algún año, podremos realizar la típica compra navideña que, si nadie lo remedia, te la tienes que comer tú porque tu gente lo que quiere a esas alturas es mangas cortas y helados.
            Ya les digo. Están los comercios tan obsesionados en que consumamos, que ya no existen en el calendario ni domingos, ni fiestas de guardar. Llegan hasta tal punto en su agresividad que se pasan por el forro los ciclos naturales y las matemáticas. Si no miren. En mi época, ocho días, eran eso mismo. Es decir, un día, más otro, más otro…, así hasta ocho. Pero ahora, y según para qué cosas, los ocho días pueden llegar, fácil, hasta los quince. Incluso hay veces que nos hacen creer que hemos pagado dos artículos y nos han dejado llevar tres.
            Hay que joderse.

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