miércoles, 19 de octubre de 2011

QUE MÁS ME DA

            Venga. Reconózcalo. Todos hemos aprendido algunas cosillas de las pelis. Por ejemplo: Cómo se compraba el silencio de alguien. ¿Recuerdan? Todo era cuestión de meterse la mano en la cartera, sacar un billete y dejarlo, como el que no quiere la cosa, en el bolsillo superior de la chaqueta del tal. Eso era mano de Gángster. Aunque los tiempos cambian y me temo que la cosa ya no es lo mismo. Primero, porque la gente se cotiza cada día más, y en el bolsillo cabe poca pasta, y segundo, porque todo puede ser un anzuelo. Quién te garantiza que el que intentas comprar no lleva una cámara de vídeo oculta  en un pelo del flequillo y te pillan por la jeró.
 No, lo de la pasta que se desliza de una mano a otra ya no funciona. Ahora los golfos son más sutiles, más fríos, más retorcidos. En definitiva, más golfos. Para evitar tener problemas con los sinvergüenzas que los puedan denunciar por lo mismo, se dedican a  investigar la vida íntima de sus potenciales denunciantes. Y todo, sobre aspectos tan irrelevantes como si a los hombres en vez de calcetines les gusta llevar medias. Tangas negros en lugar de calzoncillos blancos. Si son  homo, hetero, o bisexuales. Y  así, una vez investigado todo el personal, creerán  haber  guardado muy bien sus espaldas. Así, con ésa información, -que como convendrán conmigo, es de vital importancia para el resto de la ciudadanía-, campearan a su aire. Y desde la seguridad que creen les otorga el chantaje, se podrán dedicar, por ejemplo, a financiar con dinero público a entidades privadas, a especular en bolsa disponiendo de información privilegiada, etc. En definitiva, creerán disponer de una especie de patente de corso que les librará de cualquier fechoría que puedan hacer. En la seguridad de que  si alguien osara  denunciarlos por minucias de este tipo, lo dejarían, literalmente, con el culo al aire.
Lo malo para todo este tipo de personajillos, es que todavía, y va en aumento, son muchos a los que les importa un pepino lo que cada cual haga en su vida privada o se pongan en su cuerpo serrano. 
Pretender que no se denuncien actos delictivos cuando se disponen de pruebas suficientes, bajo amenazas de difundir las preferencias de cualquier tipo de cada cual,  además de ser de mal gusto, es una gilipollez
Aquellos que se sientan atacados, injuriados o perseguidos, que se vayan al  Juzgado de Guardia. Todo lo que no sea eso, huele a podrido y es confundir la velocidad con el tocino.
 Desde luego, si algún día -Dios, o quien sea no lo quiera-, me tienen que operar a corazón abierto, qué más me da que el cirujano, además de bigote, lleve debajo de su bata un “Guonderbrá” o una camiseta “Naik”.
Lo que no quiero que lleve, es tembleque.

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