jueves, 6 de octubre de 2011

A PIÑÓN FIJO (1998. Sobre el Debate del Estado de la Nación)

- Pepe ¿Es verdad que te estás quedando sordo?
- Más maricón eres tú
            Ya lo sé. El chiste es viejo, pero me vale para iniciar lo que les quiero contar. Son demasiadas preguntas las que quedan sin respuestas, y excesivas respuestas las que se dan sobre lo que nadie ha preguntado. La última prueba de ello, a fecha de hoy, nos ha llegado a través de la televisión con motivo del debate parlamentario sobre el estado de la nación.
            No me considero capacitado para decir quien fue el ganador, si es que ha de haber algún ganador en esa especie de batalla dialéctica, que se entabló entre el Diputado Presidente del Gobierno y otro Diputado, futuro candidato a Presidente del Ejecutivo. Quizá, antes de haber leído y oído distintas opiniones podría aventurarme a jugar a juez de combate, pero ahora no digo ni pío sobre este tema. Doctores tiene la iglesia. Aunque, que no diga quien ganó, no significa que no quiera decir -es mi opinión -, quien perdió. Por lo tanto, ahí va: El perdedor, o mejor dicho, los perdedores, fuimos todos. Sí, han leído bien. Todos.
Vamos a ser serios. Para oír debates tipo: “la E.P.A. subió medio punto sobre el P.I.B. a pesar de que la mismísima O.C.D.E. ya nos indicaba que no deberíamos pasar más del 0´3 para poder llegar a la U.E. sin que todas las O.N.Gs. se nos echen encima junto con la D.G.T. etc…”, siempre hay tiempo. Máxime, cuando la pregunta era: ¿Cuántos parados (ni virtuales, ni estructurales, ni leches. Parados, parados), hay ahora mismo en esta empresa casi  privada que  todavía se llama España? Convendrán conmigo que este tipo de respuestas tiene migas. 
 Los señores Diputados deberían saber que, generalmente, el gran público se pierde entre las abreviaturas y la  cantidad de datos estadísticos que se dan y, que necesitamos un mínimo de tiempo para procesar la información. Pero, una vez conseguido esto, resulta que otro nuevo dato sale a la palestra. Y cuando crees que ya le has cogido tranquillo al discurso, llega el replicante y te dice: “Eso, distinguida Señoría, es rigurosamente falso y no vea en mi actitud más que ánimo de colaboración. Aunque he de reconocer que hay algo de cierto en sus datos, que por coincidente con los míos, no puedo dejar de hacer constar…”.
Total,  lo peor es que la cosa, a veces, se pone aún más surrealista, porque hay quien aprovecha su comparecencia en la tribuna de oradores para decir: “Estimado señor, he notado que no me ha preguntado por...   Pregúnteme, pregúnteme”. Sin duda, emulando a aquel mal estudiante que, preguntado sobre la Guerra de los Cien Años, dijo: “La verdad es que no me acuerdo de mucho, pero ¿Quiere que le diga cuanto duró?”.
Aunque, todo esto ya lo deberían  saber sus Señorías, por lo tanto no hay que dejar pasar la oportunidad, ni el tiempo de que se dispone, para hacer propuestas concretas sobre cuestiones que sean importantes para la marcha de un país. Y, sobretodo, responder a lo que se pregunta, y dejarse de cacarear lo que nadie está interesado en oír. No se puede ir a piñón fijo.
Tampoco hay que dejar que nos descentren y hay que llevar las intervenciones muy bien estudiadas y estructuradas. Desde luego, si contra actitudes infantiles, lo único que se nos ocurre es ponernos nerviosos y mirar hacia otro lado, mal empezamos. Recordemos al Hidalgo Caballero: “Ladran, luego cabalgamos”.
Y puestos a recordar, hagámoslo de los ujieres de las Cortes que fueron los únicos que exhibieron un comportamiento correcto. Quizás no sería mala idea que en lugar de agua a los  Diputados les vayan subiendo, a la tribuna de oradores, vasitos de tila.

No hay comentarios:

Publicar un comentario