martes, 11 de octubre de 2011

TRÍO DE ASES (INOS)

            Joder, me lo habían puesto a huevo. Ya me atreví una vez a escribir algo sobre la violencia que padecen muchas -demasiadas- mujeres en el seno familiar. Se quedaron bastantes cosas por decir en aquel escrito; tanto que incluso tenía pensado el título para el siguiente. Éste se llamaría: “El orden de los factores, sí altera el producto”. Un poco largo, lo sé, pero significativo. En él pretendía referirme a esos casos en los que el agresor mata a su mujer o compañera y luego, en un arrebato de arrepentimiento o cobardía; va, y se quita la vida. Digo yo que podría haberlo hecho al revés. Primero que se suicide, y luego, si puede, que vaya a pegarle un tiro a otra persona. De ahí el largo título.
Total que andaba yo a la espera de echarme un caso de esos a la cara para desarrollar mi escrito, y mira por donde, en estos días salta la noticia. Era cuestión de esperar. Es triste, pero es así: “Un hombre mata a su mujer y luego se pega un tiro”. Pues nada, ya tengo la excusa, así que cojo el boli y a escribir que se ha dicho. Y aquí me tienen con el bolígrafo en la mano y despotricando contra toda esa manada de capullos que disfrutan golpeando, menospreciando, y, el colmo: matando. Pero… sorpresa, la noticia da un giro, y lo que parecía una acción de violencia familiar es casi, casi, un acto de amor. Así que de lo escrito nada, de nada.
            Resulta que la mujer asesinada estaba enferma de Alzheimer en estado avanzado, y al asesino-suicida le acababan de diagnosticar un cáncer de pulmón en fase terminal. Si a este panorama le añadimos la falta de personas que cuidaran de su esposa ante el seguro fallecimiento de éste, no hace falta ser muy observador para, si no  justificar, al menos, no dar al asunto un tratamiento de  violencia familiar pura y dura.
No me vayan a mal interpretar, no trato de  justificar lo que ese hombre ha hecho. Hay soluciones, y creo que las hay para casi todo. Aunque éstas tienen dos tipos de problemas: buscarlas, y lo que es aún más complicado; encontrarlas. Se podría añadir un tercer problema: pagarlas. Pero éste la mayoría de las veces es de difícil solución.
¿Tan solitaria es la vida de nuestros mayores? ¿Tan caras son, o tan mal funcionan las residencias de ancianos para que este hombre tuviera tanto miedo al más que seguro ingreso de su mujer? No sé que decir. Me da miedo pensar que vivimos en una sociedad totalmente deshumanizada.
            A ese matrimonio los ha liquidado unos asesinos en serie que andan por ahí sueltos: la soledad, el miedo y el olvido. Acojonan y aprietan tanto, que al final  consiguen que ceda el gatillo.

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