Lo siento -o
no-, pero no puedo llegar a tu felicidad. No me
veo en esas lindes. Además, si llegara a ella, ya no sería tu felicidad; se
convertiría en tu media felicidad. La otra mitad me la llevaría yo. Y,
sinceramente, creo que no estarías por hacer esa cesión. Y tampoco yo me veo en
ese nivel. Necesito algo más. Algo más consistente que pregonar que soy feliz o
que todo está muy bien, que todo el mundo es muy bueno y que la bondad preside
este puto mundo de injusticias, diferencias y de que cada uno arrime el ascua a
su palito de merluza. Te regalo tu felicidad. Me bajo en la próxima parada y te
dejo continuar. Ojalá tu mundo se imponga al mío. Lamento ser tan aguafiestas,
pero no doy para más, ni para menos.
Me gusta lo
empírico ante lo teórico. Soy de corresponder y me gusta me correspondan con
hechos y no con sonrisas e indiferencia. Me gustan las normas que afecten a
todos y que no sean discriminatorias para según qué parte. Me gusta que, si por
cualquier circunstancia, fomento algo parecido a felicidad en alguien; se tome
la molestia de hacer su parte respecto de mí. Ya sabes un toma y daca. Me gusta
un quiero verte, un voy a verte y un ¿nos vemos? No me gusta contar la
calderilla cuando vamos a pagar. Ni siquiera me gusta llevarla. Las parejas que
se aman cuentan de todo, menos calderilla.
Me gusta la
gente que está dispuesta a luchar y lanzarse a nuevas aventuras. Que no se
conformen con las migajas que no da la vida. Que se levanten y miren con
respeto y agradecimiento al Sol. Prefiero un amanecer y un atardecer a un sueño
de vago y una televisión de lelos.
Vente a bailar
conmigo a cualquier hora y en cualquier lugar. Lee junto a mí. Mírame sin que
yo lo sepa, tal y como yo lo hago contigo. Reconoce mis defectos, tal y como yo
hago con los tuyos. No eres lo más guapo, ni alta, ni rico, ni baja, ni delgado…
Pero eres, para mí; la mejor. Solo te sobro yo.
Nunca
entenderé que, pudiendo tener el cielo, te conformes con jugar en las nubes.
Luis Navajas
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