Nunca te dije
que soy un cazador de sueños. Algo tendrá que ver que tampoco me preguntes que
a dónde voy tan pertrechado. Aún no he pillado a ninguno; son esquivos, pero yo
sigo tras ellos.
Por las
noches, que deben de estar más cansados, parece que los voy a pillar, pero en cuanto llega la
luz se esfuman y me vuelvo a mí, sin
haber pegado ni una pedrada. Cuando duermo ellos me cazan a mí, y depende de lo
traviesos que sean, me aterrorizan, me enamoran, me echan a volar, me despistan
o me llevan a mundos incomprensibles. Pero nunca nos reprochamos nada; Cada uno
juega su estrategia. Me gusta cuando me traen a los que ya nos dejaron, pero
eso es muy de tarde en tarde y bien tarde en la madrugada. Cuando eso ocurre,
dejo de salir de caza y me quedo en casa por unos días. Me quedo rumiando la
felicidad del no encuentro imposible.
Ahora ando
tras un par de ellos, que me llevan burlando toda mi vida. Vivida y soñada. Son
unos cabrones que no se merecen que los persiga, pero lo hago. Barrunto que si
algún día los pillo, será demasiado tarde para darles un castigo. Así que los
disfrutaré.
A veces sueño
que escribo, y me veo las manos manchadas de lápiz o boli. Otras que compongo
una melodía, y me tiro canturreando una tonadilla -que nunca oí-, todo el día.
Otras, que te tengo a mi lado y rozo tu piel, pero me levanto solo y con frío.
Nunca te he
dicho que soy un cazador de sueños, porque da un poco de pudor reconocer estas
cosas, y el fracaso de no cazar nada. Si al menos preguntaras a dónde voy,
quizá me quedaría contigo. Si seguimos así, me vuelvo a la caza y, seguramente
me iré de casa.
Luis
Navajas
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