¿Se acuerdan cuando las señoras les regalaban a sus
maridos detalles personales? Una cartera, un reloj, una corbata, una colonia… Y
ahora recuerdan lo que los maridos les regalaban a sus mujeres? Una minipimer,
una plancha, una freidora… Así era. Los tíos somos la leche. La cosa, supongo
que ha ido cambiando, pero desde luego, en una época la cosa fue así.
Todo
esto viene, porque la primera vez que viajé en AVE, de Málaga a Barcelona, me
ocurrió una cosa muy curiosa, que paso a contarles; Llegué a la estación una
hora antes, por lo menos (se me iba a escapar el tren, pronto). Estaba tan
ilusionado que casi no pude dormir pensando en que iba a viajar a la velocidad
del Correcaminos. Mec, mec.
Creo que disfruté de todos y cada uno de
los detalles de la magnífica estación de nuestra ciudad. Tenía tal cara de
felicidad e ilusión que una señorita azafata que había por allí me ofreció
caramelos. Supongo que para que dejara de babear. Cuando llegó la hora de la
salida mi corazón se me iba a salir. Estaba sentado en mi vagón y buscando el
cinturón de seguridad, pero allí no había nada de eso. Pues nos vamos a dar una
castaña de la leche; pensé. No corre tanto esto?
Afortunadamente el tren –serie pico pato
me dijo un señor que era todo un experto en trenes, según me dijo-, salió
despacito y eso me dio tiempo para ir sonriendo a todo en que se había quedado
en el andén. A los niños, por supuesto, les saludaba con mi mano. Me sentía
todo un rey.
A medida que en tren cogía velocidad los
ojos se me iban abriendo más y más. El revisor en lugar de pedirme el billete,
me dijo que si me traía una tila. Y el paisaje se hizo imposible de ver. Así
que me dispuse a leer (me había llevado siete libros para el viaje, por si se
me hacían muy largas las cinco horas y pico).
Y en estas que un señor que estaba
sentado delante de mi butaca hablando por el móvil, dijo: No me jodas!! Eso llamó mi atención –soy un poco cotilla, lo
reconozco-. Así que a la mierda el libro
-total iba por la primera página del libro uno. Y me dispuse a espiar la conversación.
Después de muchos: no me jodas! Si? Qué
tio? Y qué dijo? Joé, este Felipe es la leche, Sí, seguro que champán! Nooo,
gominolas!,… Saqué en claro dos cosas: Que no tenía ni puta idea de qué
leches estaban hablando, y de que el tal Felipe había tenido un chasco de
cojones. Pero que no sepa fehacientemente lo que ocurrió a pies juntillas, no
significa que no pueda imaginar algo de lo que pudo ocurrir.
Verán,
el tal Felipe había tenido una cita. Seguro que se lo había preparado todo al
milímetro. Imaginen la situación: Restaurante, menú degustación, taxi y
apartamento. Allí, el Felipe lo tenía todo preparado, y por supuesto; champán. Y
cuando menos se lo espera, va ella (que no sé cómo se llama, porque no lo
dijeron), y le dice de forma sensual: Felipe, qué bien lo has preparado todo.
Yo he traído un paquete de gominolas. Y ahí fue cuando recordó eso de que a las
mujeres no hay quien las entienda.
Y es que las cosas han cambiado mucho.
Es como si a Felipe, ella le hubiese regalado una vaporetta y él a ella, un
iPhone-6. Dónde las dan las toman Felipes del mundo.
Qué cuál es la moraleja de todo esto?
Pues ni idea. Sácala tú si puedes. A mí lo único que se me ocurre es que si
algún día tengo una cita como la del Felipe, no dejaré de echarme al bolsillo
algunos pictolines, por si las moscas.
Conclusión.....a la mujer que quieres, debes conocerla bien....algunas nos conformamos con una mirada.
ResponderEliminarFeliz viaje....y sí, los pictolines mejor que las gominolas, sin lugar a dudas.
Magnífica conclusión Toñi, sí, hay que conocer bien a quien se quiere. Las miradas son fundamentales, pero no mirar por mirar; sino mirar para ver cómo es nuestra pareja. No es fácil mirar así, o que te miren. Ya ves, entre pictolines y gominolas anda el juego!!!
EliminarBuena historia, aunque a mí me gustan más las gominolas. La conclusión, para mí es creo que se subestima demasiado las posibilidades de dicho caramelo (gominolas) y se sobre estima la de los pictolines. Pero bueno para gusto colores, el de las gominolas por supuesto. Besos
ResponderEliminarNo creo que, jamás, unos caramelitos hayan dado tanto de sí! Lo importante -para mí-, es que creo que, entre bromas y picaresca, la historia se ha entendido. Besos
Eliminar