jueves, 17 de septiembre de 2015

EL CALLEJÓN DEL BESO



Sitúese. Una capital de nuestro país. Mediterránea. Luminosa. Calurosa… Ya? Pues andaba yo en ella cuando decidí que me quería salir del recorrido oficial. Ya saben, adentrarse en la maraña de callejuelas que suelen ser los núcleos antiguos de nuestras ciudades. Calles frescas y umbrías. También degradadas por el abandono de una clase política que sólo busca el rédito de las obras de relumbrón. La foto. El Alcalde o Alcaldesa de turno acompañado de sus concejales/as, para buscar un puñado de votos. Sonrientes ante los ciudadanos congregados. Olvidando que esas mismas personas viven en barrios que, en la gran mayoría de los casos, no cuentan con los servicios básicos que se les presupone debería de dotarlos por pertenecer a una gran ciudad. Barrios carentes de polideportivos, de zonas verdes, de guarderías, colegios, limpieza, seguridad… Pero no importa, estos/as políticos/as saben que la memoria del ciudadano es frágil y todo lo anterior lo va a engullir esa foto de la calle remodelada.
Luego viene la segunda parte. Nadie osará salirse de ese cercado invisible que se instala sobre la zona bonita de la urbe. Nadie se querrá adentrar en esos callejones que tanto le gustaba recorrer al querido Matías. Lástima. No saben lo que se pierden.
Al contrario que la mayoría de la gente de mi generación, yo no puedo decir que me crie en una zona concreta de la ciudad. Y sí puedo afirmar que lo hice en Ciudad Jardín, en el barrio del Molinillo, en los aledaños del Llano de la Trinidad, o en un cine de verano que había por la Cruz del Humilladero. En todos esos lugares tuve la suerte de corretear de chavea. Y de los recuerdos más gratos que tengo es el contraste que había entre Ciudad Jardín y las otras zonas. En el primero predominaba el campo, en los segundos los callejones. Callejones llenos de vida, de bullicio, de bicicletas, triciclos, carromatos…, de gente que se ganaba la vida como buenamente podía.
Ahora, algunas veces paseo por esas zonas, pero ya no me cruzo con prácticamente nadie. Son callejones sin vida. Algunos remodelados, sí, pero sin vida. Así que deambular por esos lugares se torna incómodo. Da casi miedo ir andando por ellos. De noche, me imagino, darán un canguelo de la leche. Pero no importa, volveré cada vez que pueda a recorrer esas callejuelas que, de vez en cuando, te ofrecen una agradable sorpresa.
La última vez que anduve por esos callejones, pude ver a una pareja que, muy juntitos caminaban muy por delante de mí. Parecía que llevábamos el mismo camino cuando se pararon el medio del callejón y se besaron. Bueno, ya sé que no es una excepcionalidad lo que digo, pero me llamó la atención la forma en que lo hicieron. Fue un beso sincero. Si me apuran hasta bonito (supongo que a esto contribuyó que ya no eran ningunos niños los besantes). Les importó un huevo que yo estuviese caminando en su dirección. Después del beso ella apoyó su cara sobre su hombre (supongo que sería su hombre), y él me pareció que le olía el pelo. Algo así como respirarla. Al adelantarlos y perderlos de vista pensé: Aquí tendrían que haber estado el Alcalde o la Alcaldesa de turno con sus concejales. 
Pero no para hacerse una foto. Sino para darles las gracias a esa pareja por darle vida a un callejón solitario.

2 comentarios:

  1. Muy bueno, nos llevas desde lo sórdido de algunas calles de nuestra ciudad debido a la dejadez, una crítica muy buena de la clase política, la comparación entre los distintos barrios, el pasado con el presente y lo culminas de la mejor de la formas, el amor, que lo ilumina todo incluso esas calles. Gracias por este relato

    ResponderEliminar
  2. ¡¡¡ Precioso relato !!!! Comparto ésa inquietud...yo también añoro las calles con vida, donde los niños jugábamos mientras nuestras madres se sentaban en las puertas a coser, a bordar o charlar....cruzarte con los vecinos, saludarles mirándoles a los ojos....
    Quizás por ello ya no me gusta volver a las calles de mi niñez y juventud...Al Palo, a Carranque y a Ciudad Jardin....ya no son lo que eran, las encuentro tristes, sin alegría, sin la vitalidad de la gente de antaño.
    Saludos cordiales.

    ResponderEliminar