lunes, 17 de diciembre de 2012

2+20+10…

           
Han llegado veinte más. Seguro que ya están jugando. Los niños/as se hacen amigos rápidamente. Son así. Estos estaban en el colegio cuando los sorprendió otro chico con un arma. Seguramente la había puesto en sus manos una infancia desgraciada que hacía insoportable la felicidad de otros chiquillos. Ahora tendrán nuevos compañeros de pupitre.
Conocerán a aquellos que sobrevivían deambulando entre los desechos de una sociedad que los marginó y que una infección -provocada por el trabajo en el vertedero-, los trajo aquí. Y, seguramente, abrirán los ojos con asombro cuando sepan que otros llevaron un arma al hombro y fueron obligados a disparar contra la gente que conocían de otras aldeas. Y claro, un día ellos fueron el destino de una bala, que otro niño/a de la guerra había disparado -seguramente con los ojos cerrados de miedo; pero cuando una bala sale disparada… Y no podrán creer esas historias de otros niños que padecieron un infierno a manos de sus propios padres.
            Y esto es así desde siempre. No me preguntes por qué. Los niños/as continuamente han sido destinatarios de tremendas injusticias. Muchas, muchísimas de ellas evitables, pero no se hace nada al respecto. Hay algo que está en la propia condición humana que no marcha como debía. Algo falla.
            Tenemos oídos, pero no sabemos escuchar. Podemos hablar, pero no sabemos expresarnos, ni entendernos. Sabemos sentir amor, pero hay quien sólo lo siente hacia lo suyo. Conseguimos leyes, pero hay quien únicamente las acata si éstas le benefician. También podemos ser solidarios, pero terminamos dando limosna con lo que nos sobra. Así que con estos mimbres…
            Por supuesto que hay excepciones. Mucha gente ha entregado su vida para salvar la de otros. Las últimas, hasta este momento, han sido esas maestras que han logrado salvar a unos niños que un loco había condenado a muerte. Un enfermo que habría que considerar si no adquirió la dolencia en su entorno más cercano. Quizá ha vivido desde siempre en un infierno y, lamentablemente, ha querido pagarlo con los más desprotegidos.
Y seguirán llegando niños y niñas que van a morir por falta de alimentos, por las guerras, por la miseria, por el maltrato de una sociedad, por el de sus padres y/o madres…
 Y no me puedo creer que esté escribiendo estos últimos párrafos, con la naturalidad con la que se escribe la lista de la compra para la navidad (no tuve agallas de escribir “para celebrar”).
Pero no me resigno, y quiero gritar que cuando un niño/a sufre o muere por un acto de violencia, todos/as somos responsables. Todos/as los que por acción o delegación, participamos de una toma de decisiones guiadas por una política (incluida la económica), que recompensa al interés privado ante el general, al egoísmo ante la solidaridad, al ocio ante el trabajo, a la sumisión, ante el compromiso…
Se dice -y se acepta no sé por que ley de Murphy-, que el efecto mariposa es una realidad. Ya saben: “El aleteo de una mariposa en Londres, puede desatar una tormenta en Hong Kong”: La teoría del caos. Sin embargo, no estamos dispuestos a darnos por aludidos cuando un niño o niña derrama una lágrima de dolor o soledad: La teoría del mira para otro lado y silba una canción.
            Acaban de llegar otras diez niñas que, mientras recogían leña,  han muerto por la explosión de una mina. Suma y sigue.
¿Que adónde han llegado?  Pues a nuestros corazones, en busca de una esperanza, y a nuestras conciencias, para aumentar el peso de nuestra vergüenza.
 Qué te creías.

2 comentarios:

  1. Buenas reflexiones, tras una matanza de un loco en USA, omitiendo a los miles de miles y miles de niños y padres asesinados desde USA en muchos países lejanos, a veces con colaboración de otros países y paisanos, premeditadamente,cambiando sangre por dinero.

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    1. Vuelve a leerlo, nunca se omitió a nadie. Te respuesta ha sido precipitada. Pero, de todas formas , la agradezco (por lo de la lectura)

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