Somos muy dados a estar
comparando cosas, situaciones, personas, familias, relaciones, sueldos… Pero
sobretodo nos gusta comparar épocas. Antes era mejor. Antes era peor. Ahora lo
tienen más fácil. Ahora lo tienen más difícil. Antes y ahora, adverbios que
usamos con mucha frecuencia. Son como hablar del tiempo; es un tema recurrente.
Sin embargo, no hubo un tiempo pasado mejor o peor; Si no diferente. Me refiero
en general. Claro.
Mi edad ya me permite entrar en el
terrero de las batallitas. Aunque realmente, siempre me ha gustado contar
cosas. Así que tengo intención de contarles algunas. Espero darles argumentos
para discernir si hubo un antes y un después, mejor o peor.
Hace pocos días recordaba, a
santo de no sé qué, la figura del cobrador. Concretamente de este señor que te
daba un vale para comprar (básicamente ropa), en un determinado comercio y
luego, nuestras madres -que eran las que siempre lidiaban con esta gente-, les
iba pagando una cantidad mes a mes. Así que, en una inmensa mayoría de
familias, ésta era la forma de ir comprándose alguna que otra prenda de vestir.
Este tipo, junto al de los muertos, eran los cobradores más populares en
nuestros barrios.
También había sus alegrías en
casas humildes y, el del oro, también fue un personaje familiar. Llegaba con su
maletín y empezaba a abrir paños en los que las pulseritas, anillos y cadenas
iban inundando la mesa del salón. Luego de un regateo breve, quizá algún
complemento se quedaba en la casa y empezaba a correr la mensualidad. Esta
gente eran unos superdotados. Podían enseñarte decenas de piezas y nunca perder
de vista ninguna de ella, por mucho que levantara la vista de la mesa.
Otra figura análoga al cobrador
se podría considerar: la cartilla de la tienda. Digo análoga porque esta
modalidad era, al contrario: La calderilla se iba quedando a lo largo del año
en la tienda del barrio, para cuando llegara la Navidad, la familia pudiese
contar con una intendencia mayor o de mejor calidad.
¿Se podrán imaginar nuestros
jóvenes esta realidad? Tener que pedir prestado (con intereses claro), para
vestirte con ropa de estreno, o comprar un complemento o regalo. ¿Y lo de la
cartilla en la tienda? ¿Qué me dicen?
Pues así fue. No sé si aquellos
tiempos eran mejores o peores que los de ahora. Solo alcanzo a entender que
eran diferentes. No quiero que caigan en la tentación de comparar otras
situaciones (sanidad, laboral, educacional, progreso, seguridad, servicios…),
porque evidentemente las de ahora son mejores, aunque peores que
las que están por venir. Me refiero a que cada época tiene unas circunstancias
y son con ellas con las que hay que vivir (o sobrevivir).
Desde luego es mejor la educación
de hoy que la de antes. Sin embargo, el descrédito de la profesión docente y
las agresiones a maestros, incomprensiblemente han venido junto a la mejora. El
vale para la ropa, afortunadamente, se perdió como el barco del arroz (alguien les
explicará el significado de esto), pero ahora (y digo ahora mismo), tenemos prendas
para estar vestido el resto de nuestra vida.
El de los muertos…, bueno este sigue, solo que ya no va
casa por casa; el recibo está domiciliado. Pero la domiciliazación bancaria le resta seriedad al asunto. Una cuestión tan formal exige de la visita domiciliaria de un señor con cara de sepulturero, para cobrar en recibo. Así cuando uno le endieñe los eurillos y lo pierda de vista, tenga la
sensación de que ha vuelto a comprar, como mínimo, otros treinta días más de
vida.
Lo de la cartilla de la tienda.
Ya saben; ni cartilla, ni tienda. Hipermercados, llenos hasta la bandera de
productos para consumir. Y luego; a dieta.
-Shhhhhh. ¡Calla niño! No hagas
ruido que el cobrador está en el portal y tu padre aún no ha cobrado.
-Madre mía, si al menos llegara
después el de la hornacina portátil con la Virgen o el Santo de turno, podría expiar
este pecado.
Me ha encantado, Luis, pero siento discrepar como maestro y profesor: la educación de antes era mejor que la de ahora. Cuando nos veamos te cuento. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bien recordado los tiempos de la niñez. Me ha venido a la memoria muchos momentos vividos en la puerta de casa. En casa de mis padres todavía viene "el de los muertos" y traen periódicamente una imagen de la Virgen del Carmen periódicamente.
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