Se disponía a afrontar un día más. Enfrentarse a esa terrible realidad de estar frente a alguien que ya no te reconoce. Cinco años ya. Cinco desde que se fue a ninguna parte. Un lustro sin escuchar tu nombre de sus labios. Toda una eternidad sin besarlos, sin pasarle los dedos por la comisura. Cinco años. Toda una vida de ausencias estando presente.
Y, como cada día, se puso sus mejores galas para ir a visitarla. Llegaría a la hora acordada con la residencia. Ni un minuto más, ni un minuto menos. A las 13h. En punto.
Y allí estaba ella, jugando con las tapas de un libro que ya no acabaría de leer nunca, y sin embargo empezaba cada día. Sus miradas se encontraron y él creyó ver el reflejo de una sonrisa, pero solo fue eso; un desolador espejismo. Se sentó a su lado y le preguntó si le permitía invitarla a un café. Y ella respondió, como cada día, que por favor la dejase sola. Que era una señora y seguramente esperaba a alguien. Aún así, le llevó su café preferido y ésta se lo agradeció con un casi imperceptible movimiento de cabeza. Él le contó de sus hijos y nietos y ella le respondió que no sabía de qué le hablaba. La foto familiar que furtivamente había dejado en su regazo la hizo titubear un poco, pero la metió entre las hoja del libro sin hacerle más caso. Estaba tan bella que su ausencia quedaba compensada ante tal visión.
Ese vestido tonos pastel le sentaban de maravilla. Y después de dos horas de conversacion sin decir palabra; La besó en la frente y se marchó. Creyó oír que ella dijo: Adiós cariño. Pero no. Eso no ocurriría nunca más.
De vuelta, en el autobús, de repente oyó un estruendo y una luz le cegó. De pronto se vio en una cama junto a esa mujer que, ruidosamente, levantaba la persiana y le anunciaba la hora de desayunar. Que ya estaba bien de tanto dormir. Continuaba hablando y hablando, pero él no entendía nada. Qué hacía allí rodeado de gente? Porqué le decían que tenía que arreglarse. Que, como cada día, vendría su mujer y algún nieto a verlo. ¿Mujer? ¿Nieto?
Alzó la vista y allí estaba ella. Ni idea de quien era. Muy bella y vestida con tonos pastel. Le favorecía mucho, pero andaría despistada, porque él seguía sin saber quién era. Pasado un incómodo e interminable espacio de tiempo; porque no sabía de qué le hablaban, ella se levantó y, con un atrevido beso en su frente, se despidió con un; Hasta mañana cariño.
Y él volvió a coger ese libro que intuía haber leído alguna vez. Entre sus hojas encontró una foto. Era una familia y allí estaba ella. Bellísima. Qué suerte tendrá ese hombre que la tome de la mano.
Durante una fracción de un tiempo imposible de medir, creyó recordar un sueño que, habría tenido alguna vez, y en el que esa mujer aparecía. Ni idea de porqué. Se quedó mirando su soledad por la ventana y deseando que la noche y el cansancio hicieran mella en él. Quizá esta noche, en la profundidad de un sueño maravilloso que no recordaría con claridad, volvería a acicalarse para ir a ver a alguien que no lo reconocia, pero que su corazón le decía que amaba profundamente.
Quizá
Luis Navajas
Agosto 2024
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