Ya saben que hay un grupo de
músicos en Málaga, que solemos hacer una comida mensual en la que nos contamos
las mismas anécdotas, situaciones personales y alguna que otra trolilla. Y salvando algunas cuestiones que quedan en
anecdóticas; el ambiente es fenomenal. Nos conocemos tanto que nos aceptamos
como somos o aparentamos ser. También se suelen llevar equipo de sonido e
instrumentos, para hacer una especie de Jam desordenada en la que casi todos
participamos. Una comida de amigos unidos por la música. Por la pasión de hacer
música y, en esta última ocasión, por otro elemento que también nos ha hecho
coincidir en muchas ocasiones: El representante
Esa especie buscavida que
repartía bolos a los grupos (antes se llamaban conjuntos), que, armados de
paciencia, acudíamos día sí y día también, a sus oficinas para esperar la
llamada a su despacho y ver si éramos agraciados con un contrato, o cobrar algunas
perrillas por la gala realizada. Si salías del despacho con las dos cosas;
habías triunfado. Aunque también había días de fracaso.
Pues bien, en nuestro último
encuentro invitamos a uno de estos representantes. D. Francisco Durán Romero.
Frandu.
Llegó con esa aura que siempre le
caracterizó. Quizá por la costumbre ya habíamos algunos esperándolo. Consciente
de ello, bromeó diciendo que traía algunos contratos para repartir. Tiene una
salud y una lucidez envidiable a sus casi 90 años. Se acordaba de casi de todos
en general. Los que tenemos muchos contratos firmados con él, nos sigue
teniendo fichados. Recibió muchos abrazos y buenos deseos. Nos hicimos fotos, y
hasta nos dirigió unas palabras micrófono en mano. Todo un personaje este
Frandu.
Les
confieso que, con el tiempo, me volví muy crítico con esta gente que se dedicó
a la farándula en plan empresario comisionista. No tengo muy claro si hicieron
mucho bien, o mucho mal a la profesión (al menos a los músicos). Y en mis
recuerdos íntimos no les tenía en muy alta consideración. Sin embargo, el otro
día, al estar frente a él -cara a cara-, cambié de opinión. Sentí
agradecimiento y tristeza a partes iguales.
Tristeza porque con Frandu se
acaba una especie inimitable. Un tío que se hizo a sí mismo y supo manejar las medias
verdades como nadie. Esto le garantizaba
hacer la cuadratura del círculo: Quedaba bien o mal, pero con todo el mundo a
la vez. Pero no le importaba, buscaba alguna compensación y pelillos a la mar.
Algunos temas no los supo manejar muy bien y, como buen currante, paga el
precio y a otra cosa.
Y agradecimiento porque Frandu,
también formó parte de lo que soy. Mi relación con él fue más allá de lo
meramente profesional. Seguro que, por algún arte de birlibirloque no muy
difícil de adivinar, a nuestros contratos se le caían algunos durillos que
hiciese la comisión más sustanciosa. En cualquier caso, hablamos de duro arriba
duro abajo. No había mucho margen en aquellos tiempos. Pero ese abrazo borró
totalmente esta sensación (quizá injustificada). Agradecí su sonrisa y sus
recuerdos hacia mí. También cómo los tenía hacia los demás. Fue como
trasladarme a aquella oficina de la Alameda y llegar a Espectáculos Frandu. No
fuimos a buscar trabajo, ni a cobrar nada. Si acaso a pagar un tributo a una
persona que supo ganarse la vida honestamente comisión a comisión.
Frandu. Paco Durán, puede
presumir de que sus niños (así nos considera), se ganaron la vida honradamente y supieron sobrevivir
en un mundo que nos ofrecía, en muchas ocasiones, lo más sórdido de la época y
que, quizá por ese diez por ciento de peaje y por tener que estar tempranito en
su oficina para pillar alguna pedrea de los contratos, nadie calló en sus
garras.
Gracias Paco por haberme dado la
oportunidad de conocerte y, gracias a tus contratos, poder disfrutar muchos
años del placer de crear música.
El otro día no te dimos el diez por ciento; si
no el cien por cien de nuestro cariño y agradecimiento.
Repetiremos.