Me gusta bromear con un buen amigo diciéndole: “Que tiemble la
derecha, mi carrera política se reactiva!!”. Claro, él piensa que mi partido (el que me
largó de las listas sin decirme ni pio), me ofrece algo de representación. Ahí
es cuando sonrío y le digo: “Mucho mejor, me han elegido presidente de mi
comunidad”. Ahí acaba todo, pero nos vale para echarnos unas risas. No he visto
dos tipos en mi vida que se rían más de ellos mismos. Lástima que cargo público
y posiblemente amoríos de media distancia, nos priven de esos momentos de
antaño.
Sin embargo, ese coñazo que supone ser presidente de tu comunidad de
vecinos, me propuse que fuese una oportunidad para “hacer algo más”. Ya que hay
que ser presidente por un período, seámoslo con todas sus consecuencias. Me
dije. Así que, ahí me tienen recorriendo el edificio, tomando nota de todo lo
que estaba mal. Apuntando iniciativas futuras. Abriendo puertas sin cerradura y
cerrando puertas sin llaves… Ya saben, qué les voy a contar.
Entre las iniciativas que me propuse fue la de racionalizar el gasto.
Suprimir todo lo superfluo. Apagar luces encendidas de día, cambiar bombillas
antiguas, renegociar contratos de mantenimiento y administración…, en fin; un
curro. Y entre ellos, el de normalizar el servicio de mantenimiento y limpieza.
De vez en cuando aparecían por allí algunos operarios con contratos de unas
pocas horas a la semana, que -seguro-, echaban el mismo tiempo en las labores
como en los desplazamientos. Ya saben, hay trabajos a los que te cuesta el
dinero ir. Así que me dije: Contratemos a una persona que esté aquí de lunes a
viernes en horario de 08’00 a 13’00 (no podemos pagar más). Y… dicho y hecho.
Ya está esa persona en la comunidad trabajando. Todo, a pesar de haberme enterado
semana y pico más tarde de lo comprometido con la empresa de servicios. Lo
ideal hubiese sido estar allí el primer día de trabajo de esa persona para
darle la bienvenida y departir un poco con ella sobre las cuestiones laborales.
Pero la empresa incumplió lo acordado para el día de la incorporación. En fin.
Así que, hoy, para cumplir con ese deber de la bienvenida con la
persona y para darle una llave del edificio, he esperado al inicio de su
jornada laboral. Y ahí apareció: Un chaval con cara de niño con su uniforme y
tirando de un carrito de limpieza. Su cara me sonaba, y fue él quien me dijo:
“Yo a usted lo conozco; He jugado al baloncesto con su hijo mayor y usted me
dio clases de música en el Colegio Ciudad de Jaén. Además vivo en Churriana. Llevaba
tres años parado y…”
Ni se imaginan la alegría que ese chico me ha dado esta mañana. Es una
gilipollez, lo sé; pero creo que ahora estoy contento de ser el presidente de
mi comunidad. Hemos estado hablando un rato
en una terraza mientras amanecía. Luego de darle la bienvenida y ponerme
a su disposición, he enfilado el camino para mi trabajo. Contento. Sonriente.
Mientras conducía no dejaba de repetirme: “Por mi implicación,
iniciativa y estudio de los recursos y necesidades de un colectividad; he podido
crear un puesto de trabajo con un sueldo digno.”
Lo que no pude (o no supe, quien sabe), conseguir en 7 años de
concejal; lo he hecho en tres meses como presidente de una comunidad de
vecinos. La vida te da sorpresas. Pero, insisto, hay días que sí merecen la
pena. Hoy es uno de ellos
Luis
Navajas